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8 de marzo día internacional de la mujer trabajadora

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Los 365 días del año son para exigir los derechos y la dignidad de las mujeres. Este 8 de marzo día internacional de la mujer trabajadora saludamos la movilización y lucha de todas en el mundo.

San Juan Sacatepéquez: Criminalización de la lucha de las mujeres Kaqchikeles

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Cobertura Colaborativa: Prensa Comunitaria y Prensa Opal.

A las 7:30 horas en el lote 226 B fue detenida doña Bárbara Díaz Surin, ella es maya Kaqchikel, ella vive en la comunidad Cruz Blanca en San Juan Sacatepéquez. Ella está siendo criminalizada por oponerse a la construcción de la planta cementera San Gabriel en su municipio, por considerar que atenta contra la vida.

Es importante mencionar que está detención no responde a lo sucedido en la comunidad Los Pajoques los días 19 y 20 de septiembre, se le acusa de asesinato en relación a hechos sucedidos meses atrás, su detención es evidentemente política por ser ella la  autoridad comunitaria de Cruz Blanca  y  quién asume la representación de ésta en espacios públicos.

La detención fue realizada en la aldea Cruz Blanca cuando ella se dirigía a su negocio en la comunidad Pilar I, mientras ella iba a dejar desayuno a un trabajador en su terreno, iba acompañada de su pequeña hija de 9 años de edad.

La detención la realizaron un aproximado de 40 agentes de la PNC, ella narró que solamente vio a un mujer policía dentro del grupo, los agentes policiacos utilizaron la violencia para detenerla, en la piel de sus brazos son evidentes varios moretones provocados por los policías.

Doña Bárbara es autoridad comunitaria, desde hace años es presidenta del Consejo Comunitario de Desarrollo COCODE.

El ambiente dentro de la cárcel es terrible, ella está sola como mujer en una cerceleta rodeada por hombres que la acosan y violentan. Ella está recibiendo agresiones verbales en éste momento, además el equipo de mujeres corresponsales que ingresaron a la carceleta para verificar las condiciones de doña Bárbara fueron acosadas sexualmente por los hombres dentro de la cárcel.

Ella pide que oren por su situación, además expresó estar contenta de que la apoyen, ante la pregunta: ¿Por qué cree que la detuvieron? doña Bárbara respondió «por defender la vida de mis hijos, es fue el motivo que cometí».

 

La policía realizó la detención sin darle a conocer el motivo de la detención. Fue hasta que ella fuera ingresada al Juzgado en Mixco que le indicaron que había sido detenida por asesinato.

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Un día, como tantos otros

trabajadora

Por Luis Ovalle

Se levantó temprano, como siempre; debía preparar la refacción de dos de sus hijos y darles de beber unos sorbos de café caliente, antes de que salieran a sus centros de estudios. Era un día atípico. Esta vez el dolor lumbar había vuelto. No podía enderezar su cuerpo a una posición totalmente vertical, y cuando lo hacía la sensación punzante llegaba hasta su cerebro y le provocaba nauseas.

Nunca se recriminaba haber sido madre soltera; al contrario, agradecía a Dios haberla bendecido con sus tres hijos, pero cada vez se sentía más cansada. Le preocupaba ver mermadas sus fuerzas y que ese jodido dolor se agudizara. Dejó sus pensamientos por un lado y continuó sus quehaceres cotidianos. Debía apurarse. En pocas horas saldría la segunda procesión de Cuaresma. Una muy buena época del año para obtener mejores ganancias de sus ventas.

Eran las 11 de la mañana cuando salió de su casa transformada. Cabello recogido en una redecilla; gorra roja, camisa polo, pantalón de lino y tenis blancos; empujaba rápidamente una carretilla.

Alcanzó la procesión a las 11.30; a una cuadra de distancia, que era lo más que le permitían acercarse y de inmediato se puso en lo suyo. Sacó la hielera donde llevaba una caja de helado de sabores; un ciento de pequeños conos y unas 50 bolsas de papalinas y plataninas. La emoción del momento y la alegría de obtener una mejor ganancia la hacían olvidar el dolor de cintura. Por la hora los helados eran los más solicitados. Dos quetzales no era caro por cada cono de dos sabores; la ganancia final tampoco era mucha. Si obtenía 70 quetzales sería feliz.

Cuando aquel niño lustrador de zapatos se le acercó con un quetzal en la mano y le dijo: “deme uno seño”, no se pudo negar. “También tu dinero vale, mijo”, pensó. Habría querido regalárselo pero también ella tenía necesidad.

A las 3 de la tarde ya se había acabado el helado. Las bolsitas iban despacio. Pidió pizza a consignación y le llevaron una bolsa térmica con cuatro extra grandes; por cada una le quedarían 10 quetzales de ganancia. “¡es un robo!”, se decía. Cada pizza era partida en 10 pedazos y debía vender a 10 quetzales cada uno. Pero ni modo. La venta era más lenta, pero segura. A las 6 de la tarde pidió otras cuatro.

A las 8 de la noche sentía desfallecer. Los pies le ardían demasiado. Quizá algunas ampollas se habrían reventado. Todavía le quedaba una pizza y tres pedazos. Logró vender la mayor parte en la siguiente hora. Su cuerpo no daba más.

Eran las 9 de la noche cuando entró a la pizzería a hacer números con el encargado. 45 quetzales de ganancia y cuatro pedazos a menor precio no era un buen negocio, pero era mejor que nada.

Inició el regreso hacia su casa. Sus músculos se enfriaron. Ahora sentía dolor en las piernas y los huesos. Sus pasos eran lentos e inseguros. Se percató que bajaba por una calle oscura y silenciosa hasta que vio a un hombre agazapado en la acera de enfrente. A unos 50 metros volvió a ver y se percató que el desconocido la seguía. Aligeró el paso, pero también el individuo hizo lo mismo. Sintió que sus piernas se aguadaban y al empujar con fuerza la carretilla y cayó de bruces sobre ella. Se levantó tan rápido como pudo y continúo su camino, con un dolor punzante en la espinilla.

Dobló casi corriendo sobre la 11 avenida y vio en la esquina del parque Colón una patrulla. El hombre, que estaba a punto de darle alcance, se dio cuenta de la situación y trató de hacer creer que hacía uso de un teléfono público. Los agentes la calmaron y detuvieron de forma preventiva al desconocido. Le dijeron que se fuera tranquila.

Nuevamente aceleró el paso, pero esta vez sintió el dolor más fuerte en la espinilla. Solo le faltaba una cuadra para llegar a su casa cuando empezó a llorar, como pequeña. Tomó fuerzas. Se limpió los ojos y llegó a su destino.

Había terminado un día más; muy parecido a otros.