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Lima Perú: que pasa con los objetivos de desarrollo sostenible ODS para Guatemala

Por: Leopoldo Batz.

Una delegación de Guatemala viajo recientemente hacia la ciudad de Lima Perú con el objetivo de participar en el quinto taller temático del “Programa Participa”, en este encuentro los temas prioritarios y estratégicos son todos los relacionados con los pueblos indígenas.

En este encuentro participan grupos de cinco países, este se realiza desde el año 2014, este es el quinto encuentro. La delegación guatemalteca estuvo representada por varias autoridades comunitarias, de gobiernos locales, académicos, jóvenes estudiantes y representantes de medios de comunicación de los municipios de Sololá y Totonicapán, quienes participaron de esta actividad e intercambio de opiniones en grupos.

Durante el encuentro se analizaron y se presentaron propuestas para los nuevos objetivos de desarrollo sostenibles ODS recientemente consolidados y aprobados por la asamblea general de la ONU[1], especialmente sobre el cumplimiento y balance de los ODM en las comunidades indígenas.

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Tarcila Rivera una de las lideresas del pueblo Quechua en su intervención dijo: “Ya tenemos caminos abiertos; ya nos mencionan, el reto es cómo logramos e incidimos que las leyes se ejecuten y garanticen nuestros derechos colectivos.”

Distintos líderes de varios pueblos indígenas del continente compartieron  sus experiencias e identificaron los impactos sobre los pueblos originarios a partir de  medidas y políticas que afectan sus vidas, su entorno y territorios.

Después de la evaluación del impacto que ha tenido el programa PARTICIPA  en los cinco países, se detectaron  acciones de apoyo a comunidades y trabajo permanentemente por mejorar las condiciones en que las comunidades participan en los procesos políticos locales, regionales y nacionales, además se valoró el  apoyo en cuanto a la divulgación e información en medios de comunicación independientes.

Durante la jornada se realizaron varias mesas de trabajo, aquí todos participaban,  aportando desde cada espacio, desde las autoridades comunitarias, líderes, dirigentes, académicos y medios de comunicación, presentando varias propuestas en espacios de plenaria para la discusión de estas.

Finalmente en la clausura del encuentro regional existió un intercambio cultural realizado por cada una de las representaciones de los cinco países presentes en la ciudad de Lima, Perú.  La realización de este encuentro fue a través de la Fundación Konrad Adenauer y financiado por la Unión Europea.

¿Cómo se podrán implementar todos y cada uno de los objetivos de desarrollo de en el caso de Guatemala?

[1] Objetivos del Desarrollo Sostenible ODS. Naciones Unidas. http://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/

A 23 años del serranazo

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Fotografía de Rony Véliz.

Rony Véliz es un periodista y fotógrafo guatemalteco que documentó uno de los capítulos antidemocrátocos de la historia de este país, uno de los tantos golpes y auto golpes de Estado que acostumbraron a dar los militares junto a las élites económicas y políticas, esta es una mirada de cómo se vivió el golpe de estado de Serrano Elias y de como el pueblo guatemalteco respondió para revertirlo.

Fue electo como presidente de la república de Guatemala en 1991, en el poder político del Estado duro hasta 1993, durante 7 días duro su gobierno de facto a través de un auto golpe de Estado, del 25 de mayo al 1 de junio de 1993.

«Una jornada histórica contra el aprendiz de dictador Jorge Serrano Elías. El 25 de Mayo de 1993. Rigoberta Menchú Premio Nobel de la PAZ 1992, jugó un papel importante en este acontecimiento junto a la sociedad civil especialmente los periodistas que salimos a la calle a exigir libertad de prensa e información por la censura que impuso la secretaria de comunicación social Roxana Baldetti Elias. (Fotos Rony Véliz, Agencia Reuters).

El momento en que el pueblo sacó a Serrano de Casa Presidencial y a los reporteros que estuvimos allí nos saco la madre (insultar)…..jajajaa pero tampoco nos dejamos. Me tocó esa cobertura del Autogolpe con la Agencia Británica de Noticias REUTER.»

 

Votar o no votar, no debiera ser un dilema…

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Por: Carlos Ernesto Cano.

El voto o la abstinencia a ese “ejercicio” ciudadano, no debería ser un dilema y quisiera plantear la siguiente interrogante, para poder tener argumentos y decidir en la segunda vuelta de las futuras elecciones en Guatemala o porque no a largo plazo y poder contar con otros caminos y herramientas para la organización y comprender ¿qué significa ser gobernados?, el cual es resultado de la participación ciudadana este domingo 25 de octubre y quisiera que con la siguiente premisa de Pierre Joseph Proudhon, se entendiera de mejor forma que “ser gobernado significa ser observado, inspeccionado, espiado, dirigido, legislado, regulado, inscrito, adoctrinado, sermoneado, controlado, medido, sopesado, censurado e instruido por hombres (personas) que no tienen el derecho, los conocimientos, ni la virtud necesarios para ello. Ser gobernado significa, con motivo de cada operación, transacción o movimiento, ser anotado, registrado, controlado, grabado, sellado, medido, evaluado, sopesado, apuntado, patentado, autorizado, licenciado, aprobado, aumentado, obstaculizado, reformado, reprendido y detenido. Es, con el pretexto del interés general, ser abrumado, disciplinado, puesto en rescate, explotado, monopolizado, extorsionado, oprimido, falseado y desvalijado, para ser luego, al menor movimiento de resistencia, a la menor palabra de protesta: reprimido, multado, objeto de abusos, hostigado, seguido, intimidado a voces, golpeado, desarmado, estrangulado por el garrote, encarcelado, fusilado, juzgado, condenado, deportado, flagelado, vendido, traicionado y por último, sometido a escarnio, ridiculizado, insultado y deshonrado. ¡Eso es el gobierno, esa es su justicia, esa es su moral!”. Y seguiré estas líneas con la siguiente aclaración, no puedo incentivarlos o insinuarles a no votar, o mucho menos decirles que no lo hagan, porque al parecer estaría cometiendo un “delito” electoral y eso, en algún momento me traería consecuencias legales y quizá, me podría convertir en un preso político, la norma en este país para los que contraria al statu quo.

Dada la coyuntura nacional que vivimos en la ciudad y en los departamentos, en donde existió una movilización masiva de personas que decidimos y recién empezamos a construir y reclamar modelos alternativos de vida al impuesto por el poder, el cual, en momentos de crisis como este en el que estamos viviendo, las autoridades y las futuras autoridades responden con engaños, demagogia, cinismo e inmoralidad. Sabemos que las fuerzas represivas del estado y de la oligarquía tienen una política de agresión en contra de las mayorías, por lo que considero que, lo hasta ahora iniciado en las conciencias, en la toma de las plazas y calles, pudo haber sido el inicio para la construcción de una sociedad horizontal, solidaria, autogestora, autogobernada, asamblearia, es decir una sociedad ácrata, libertaria y basada en la anarquía[i].

Algunos sectores “progresistas” y los más conservadores plantearon y enarbolaron el discurso de las reformas estatales, las cuales sólo hicieron pétreo y eterno al actual sistema conservador y es exactamente lo que este domingo 26, legitimaremos, sí, con el voto.

Los abuelos contaban que, durante la dictadura de Jorge Ubico, votar era obligatorio, a punto de fusil llevaban a la gente a las urnas a emitir el sufragio de forma “voluntaria, pacífica y patriota”. No mucho ha cambiado en la historia de esta finca con ínfulas de país. Ahora el votar es cuasi obligatorio y condicionado a cambio de una lámina, una estufa, un vale para una bicicleta o el boleto para asistir a un programa de televisión de humor, mal humor por cierto; además, el voto está siendo más controlado que nunca, es decir el panóptico está instalado en nuestros documentos personales de identificación -DPI- , al tener insertado un chip electrónico, el cual contiene datos sensibles privados y llevará el record de cuántas veces nosotros participamos en la democracia de domingo, democracia burguesa que las élites nos hacen creer que vivimos, en donde nos hacen creer que somos importantes porque elegimos, cuando en realidad como puntualmente y de forma atinada escribe Jared Diamond un historiador, antropólogo, sociólogo y periodista estadounidense, en su libro Gérmenes, armas y acero, esto es una cleptocracia, la cual “es el dominio de los ladrones es el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados como el nepotismo, el clientelismo político, el peculado, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes, debido a que todos los sectores del poder están corruptos, desde la justicia, funcionarios de la ley y todo el sistema político y económico”.

No queremos que el estado solucione nuestras vidas, es más, no queremos que el estado se meta en nuestras vidas y el estado nos ha generado miedo a la organización, nos ha robado la confianza en el otro, nos ha hecho creer que el vecino es el delincuente, cuando los delincuentes de cuello blanco están en las más altas esferas del “poder” ejecutivo, judicial y legislativo. La norma debiesen ser los procesos asamblearios a nivel micro, es decir en los barrios, esto haría que el miedo a la auto organización se vaya dejando atrás, en los últimos años he conocido de cerca los procesos asamblearios que manejan los pueblos indígenas en toma de decisiones y en la construcción permanente de su autogobierno, por ejemplo y sin intención de idealizar, he conocido la forma de vivir y de convivir de los 48 cantones en Totonicapán, al entender y comprender el k´axk´ol, (vocablo k´iche´) algo que se traduciría al castellano como: servicio comunitario, mandar con el ejemplo, servir a la gente y no servirse de la gente.

Por todo la anterior insisto que, en esta sociedad basada en la cleptocracia votar sirve nada más y nada menos que para elegir a nuestros futuros gobernantes, entendido desde la visión de Proudhon y todo esto lleva al hartazgo que la gente mostró en la coyuntura recién vivida en Guatemala, en la cual la gente se organizó, quizá de forma consciente o inconscientemente, y se logró que la primera mujer vicepresidente, varios ministros en este país y el presidente, Otto Pérez Molina, renunciaran antes de que finalizara el mandato “constitucional” para el cual fueron electos, todo esto a partir de la auto organización, del poder y la fuerza que ejerció el pueblo, no porque el CACIF así lo haya dictado. A la gente, al parecer, le gustó la construcción de ciudadanía (¿burguesa?) que se gestó en los meses anteriores. Se demostró que las leyes burguesas sólo sirven para ser doble interpretadas y para mantener el statu quo, las leyes sirven para generar condiciones de vida paupérrimas, miseria, etc.

Por otro lado, los conservadores de pensamiento pregonaron que la coyuntura pasada, sólo generaría un rompimiento del orden constitucional, pero el orden constitucional se violenta desde que las “autoridades” elegidas por medio del voto, no son capaces, no quieren, o no les importa la educación, la salud, la seguridad y entre otras cuestiones elementales para proteger a la ciudadanía y proveer de una vida digna y justa a la mayoría de la población.

Es por todo lo anterior que pienso y expreso que, acá, en esta finca nos sobran leyes y nos sobra gobierno y me pregunto lo siguiente, cómo es posible que ese convenio social, llamado constitución de 1985, sea el ente legal que rige nuestras vidas, si mi generación no lo firmó, yo no decidí, ni fui partícipe en la elaboración de ese marco jurídico que norma mi vida, que norma mi cuerpo, mi conducta y mi biología, al igual que la vida de la mayoría de la población guatemalteca.

Aunque algunos no hayan percibido que la coyuntura pasada fue casi peligrosa para el sistema establecido y que la gente saliera a las calles, luego de años y años de terror institucional o terrorismo de estado, es decir, terror replicado y auspiciado por parte del estado, la familia, las iglesias, la escuela, etc., pienso que sí se sembró la semilla de la organización, aunque sea de forma efímera y espontánea y veo como resultado que en el largo plazo sea posible entonces, que la autogestión, la autoorganización, la solidaridad y el apoyo mutuo sean los ejes fundamentales en una sociedad utópica y ácrata, y sean manifestaciones legítimas y que esto nos insinuó de forma muy tenue que la gente si puede autogobernarse, y todo eso asusta y pone a tambalear a las élites conservadoras de este país, a la iglesia, a la oligarquía y las personas corruptas.

Por último, termino con esta vieja pero popular y actual pinta anónima de calle: “Reformar el estado es como perfumar la mierda…”. Pero le agregaría: ver a la gente en la calle fue esperanzador, se erizó la piel, las lágrimas de alegría brotaron a la superficie y estos sentimientos nos indican que algo acá, casi cambió y algo se movió y esperó que no se haya movido, para que todo siguiera igual.

[i] Doctrina e ideología política que acentúa de manera especial la necesidad de eliminar antes que todo al estado, o sea el dominio de la ley y de la autoridad constituida en todas sus formas, con el objeto de asegurar la máxima libertad al individuo y la posibilidad de desarrollar sus mejores facultades, como la voluntad y la capacidad de cooperar libremente con el prójimo. La anarquía es rebelión a las autoridades más sagradas. Definición tomada del Diccionario de Sociología. Compilador: Luciano Gallino. Siglo XXI Editores, quinta edición en español, México, 2008.

Guatemala: ¿Dónde está el legado de la Revolución Nacional de 1944?

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Foto ceur.usac.edu.gt

Por Ollantay Itzamná

Hace 70 años atrás, Guatemala iniciaba su precaria década de primavera revolucionaria que la obtusa élite político-militar-económica-religiosa, y la avaricia norteamericana, no la dejaron florecer por completo. Militares, profesores y estudiantes, indignados con la dictadura militar persistente, impulsaron un intento revolucionario para emancipar a Guatemala de la dominación de los intereses norteamericanos. Entonces, era 20 de octubre de 1944.

El inmoral acaparamiento de las tierras, la servidumbre legalmente establecida que padecían indígenas y campesinos, y la sistemática violación de los derechos individuales, motivó al estallido de aquella histórica Revolución.

A 70 años de aquella apoteósica apuesta truncada, Guatemala vive en un hastío y en un sinsentido existencial generalizado. El casi bicentenario Estado aparente, lejos de fortalecerse y afianzarse en el su territorio, se diluyó y diluye casi por completo, evidenciando las estructuras de la putrefacta corrupción que la carcome cual si fuera una lepra crónica. En Guatemala, por donde se pone el dedo salta la secreción de la corrupción.

La Revolución Nacional intentó redistribuir el uso de la tierra en el país, garantizando como único propietario al Estado (para evitar la compraventa, seguido de acumulación). El Gobierno de los EEUU. promovió la contra revolución y logró que se reestableciera la inmoral tenencia de la tierra. Ahora, los monocultivos acaparan más del 60% de las tierras de cultivo en un país donde la desnutrición y el hambre adquieren carta de ciudadanía y carcomen a casi el 60% de niños menores de cinco años. Ejércitos de campesinos e indígenas sin tierra, empujados por el hambre, marchan hacia los monocultivos para padecer la esclavitud en esas prisiones verdes. Mientras tanto, gobernantes e importadores de alimentos se hacen millonarios en uno de los países más hambrientos de la región.

La Revolución Nacional intentó profundizar y democratizar la democracia formal en Guatemala. Pero, los politiqueros de derecha y de izquierda que sobrevinieron, agrupados en sus empresas electorales, usurpan la soberanía y secuestran la voluntad y la representatividad política del pueblo. Estos sinvergüenzas de saco y corbata, tramitadores de los contratos de concesiones para las multinacionales, ahondan la ruptura entre el aparente Estado y la sociedad fragmentada, al grado que el incipiente proyecto de unidad de la nación mestiza de Guatemala también se difumina acelerando las aspiraciones de autonomías indígenas.

Guatemala, con sus más de 53 mil millones de dólares de Producto Bruto Interno (PIB), tiene la economía más grande de toda Centro América y de muchos del Caribe y de algunos de América del Sur. Pero también es el país más racista y desigual del Continente. Ni siquiera en Haití existe la inmensa brecha entre ricos y empobrecidos como en este país centroamericano. Casi el 100% de la economía está en manos del sector privado. El empobrecimiento, en el área rural, alcanza casi al 80% de la población. El Estado neoliberal prácticamente se convirtió en gendarmería que garantiza la acumulación del capital por desposesión. ¡Ay de los pueblos indígenas o empobrecidos que se organicen y se atrevan a defender sus derechos! El Estado y las empresas los declaran enemigos internos y los aniquilan selectivamente.

Las élites político-económico-militar, luego del triunfo de la contra revolución, utilizaron la violencia oficial como el único método para mantenerse en el poder. Al límite que, luego de los supuestos Acuerdo de Paz (1996), instauraron las condiciones socioculturales para la generalizada germinación de la violencia-inseguridad-incertidumbre para desmovilizar la conciencia y voluntad popular. Ahora, la seguridad cuesta caro en Guatemala, y son ellos quienes lucran con la seguridad privatizada.

Al ser los profesores y estudiantes el núcleo dinámico del proceso revolucionario se creyó que el pensamiento revolucionario sería el mayor legado de aquella revolución inconclusa. Pero, tampoco esto fue posible. La represión y la violencia instaurada en contra del pensamiento divergente, en las décadas post revolucionarias, y durante la guerra interna, prácticamente condenó a profesionales y académicos al solipsismo. Se asumió la autocensura del pensamiento como el modo del quehacer académico para subsistir. A esto se sumó el establecimiento del individualismo como la virtud máxima de la “sociedad” neoliberal.

En estos tiempos, Guatemala padece un déficit crónico de pensadores orgánicos, comprometidos con los movimientos sociales emergentes. La gran mayoría de los académicos son antimovimientos sociales. Académicos de izquierda y de derecha se convirtieron en peones mal pagados de los agentes del sistema neoliberal.

En contraste con este crónico cuadro, emergen desde diferentes puntos geográficos y sectores indígenas del país, movimientos locales de resistencia con agendas propias. Estos guardianes y depositarios excluidos de la dignidad y soberanía del país sienten en carne propia que Guatemala como proyecto de Estado nación es un fracaso. Ellos subsistieron sin Estado por muchos años. Pero, ahora, que el capital herido va por todo y por todas partes, sienten la violencia estatal-empresarial, por eso se resisten, y muchos de ellos plantean la reconstitución de los territorios indígena autónomos. Otros, con una perspectiva más global, plantean la necesidad de una Asamblea Constituyente Popular para refundar Guatemala. Pero, a esta propuesta incluso la seudo izquierda política de Guatemala le tiene miedo.

LA DEMOCRACIA Y LA HIPOCRESIA NEOLIBERAL

Por Jesus González Pazos *

El sistema neoliberal dominante nos traslada habitualmente la imagen e idea de que su ámbito de actuación es el campo económico, caracterizado por el dominio absoluto de los intereses de los mercados, su hipotética autorregulación para un óptimo y equilibrado desarrollo y su real búsqueda obsesiva del máximo de beneficios. Sin embargo, y aún siendo cierto que el ámbito económico puede ser su espacio de acción prioritario, no es el único.

Al contrario, y para fortalecer el mismo, convirtiéndolo en casi absoluto, requiere el dominio igualmente del poder político. En estos parámetros podríamos sostener entonces, que a pesar de su discurso el sistema neoliberal no requiere de la democracia para poder ejercer esa intervención en lo político y en lo social. Cualquier otro sistema de corte no democrático les sería más útil para sus intereses. Sin embargo, la democracia será utilizada y presentada como el sistema más idóneo, aunque siempre y solo en la medida que repercuta en mejorar las condiciones de su propio poder. En suma, la defenderá si les sirve para reforzar el control político y social; abjurará de la misma si ésta pudiera convertirse en un modelo de control y freno del poder desde y para su mundo económico.

Muchos autores han señalado ya que el neoliberalismo económico no casa bien ni con quien pudiera ser su homólogo, el liberalismo político. Y esto es demostrable en multitud de momentos de las últimas décadas y en la medida en que ese neoliberalismo se ha ido imponiendo por métodos diferentes.

De una parte, y en términos conceptuales, acotan la democracia, como sistema de organización política y social hasta llevarla a su mínima expresión, como es la denominada y dominante democracia representativa. Pero, ¿alguien puede todavía sostener que el mero garabato de unas elecciones cada cuatro años justifica o demuestra plenamente el hecho democrático?. Esto, aunque luego se descubran las mentiras ocultas, se olviden las promesas, se extienda la corrupción entre la clase política o se tomen medidas y decisiones que eliminan todo tipo de derechos a la población, sin ninguna capacidad de crítica y control por parte de ésta. Con el añadido de que la protesta de la sociedad ante estas situaciones será ignorada sistemáticamente o descalificada desde la prepotencia política. Ejemplos de esa falta de control social sobre las decisiones de la «casta política», a pesar de la evidente corrupción, incumplimientos electorales o medidas de recortes de derechos no hay que ir a buscarlos lejos; hoy los vivimos directa y diariamente en los países sur-europeos como el estado español, Grecia, Portugal, etc. Además, si la situación se complica para los intereses dominantes (económicos) siempre quedarán opciones «democráticas» como el estado de emergencia o incluso el golpe de estado que, paradojas, se llegará a disculpar incluso como camino necesario para la restitución democrática (Egipto). Esta es la democracia representativa que propugna la propuesta neoliberal.

Si nos retrotraemos a las primeras fases de la imposición del neoliberalismo, habrá que recordar que éstas se dieron, en términos prácticos, en el Chile (1973) del dictador Augusto Pinochet. Así, este país fue convertido por la Escuela de Chicago, cuna de la teoría neoliberal, en el laboratorio ideal de las políticas estructurales de ajuste, de liberalización y privatización de los sectores estratégicos productivos y la conversión del estado en mero administrador del nuevo poder de los mercados e intereses económico-financieros. Todo ello contando con el inmejorable contexto que suponía la desaparición de derechos políticos, laborales, sociales y civiles que sufría la población chilena en el marco de la dictadura y que imposibilitaba cualquier mínimo ejercicio de oposición.

Posteriormente, en una nueva fase de implantación de las doctrinas neoliberales, ésta se realizaría ya en los llamados sistemas democráticos. Se sacuden ahora el convencimiento que tenían respecto a que estas políticas solo eran aplicables en dictaduras y articularán los medios para hacerlas posibles también en «democracias». Bolivia supuso un primer paso. Acaban de realizarse elecciones (1985), pero aún el país vivía un proceso transicional después de décadas de dictaduras militares y la imposición de las medidas de choque tuvieron que ir acompañadas de la represión para tratar de destruir al sindicalismo y al movimiento social, centrándose en sus dirigencias y llegando incluso a la declaración puntual de estados de sitios que facilitaran las imposiciones del nuevo modelo. Como señala N. Klein, «Bolivia proporcionó un modelo para una nueva clase más digerible de autoritarismo: un golpe de estado civil llevado adelante, no por soldados de uniforme militar, sino por políticos y economistas trajeados y parapetados tras el escudo oficial de un régimen democrático». A partir de este momento, este proceso se acelerará y, con recetas más o menos iguales, se irá imponiendo en otros países, como la Rusia de Boris Yeltsin o los países del antiguo este europeo. Y todo ello, sin olvidar paradigmas como las medidas de Ronald Reagan o de Margaret Thacher para instaurar el neoliberalismo también en países centrales del sistema-mundo, pasando, como ejemplo, por la destrucción de quien no esté dispuesto a asumir las nuevas vías y que puedan levantar un muro de contención en su contra, como es el caso del que fue potente sindicalismo minero inglés. En otros muchos países el sindicalismo fue asumiendo un papel dócil con el nuevo sistema dominante y ejemplos de ello también tenemos demasiado cerca.

Pero otro ejemplo paradigmático de la hipocresía neoliberal en relación directa con el sistema democrático se ha operado continua y reiteradamente en el mundo árabe y se agudiza en las últimas fechas. Históricos llamamientos retóricos en defensa de la legalidad y la democracia se han conjugado permanentemente con el respaldo práctico a regímenes tiránicos, como las monarquías petroleras de la península arábiga, donde la desaparición de los derechos más elementales de la población, y especialmente de las mujeres, es una constante, junto con el apoyo total de Europa y EE.UU. Otros regímenes, de corte parecido, se respaldaron permanentemente, por ejemplo a lo largo de todo el norte de África, mientras éstos respondieran positivamente a los requerimientos políticos-económicos dominantes neoliberales.

Por contra, recientemente asistimos a las llamadas «primaveras árabes», donde los levantamientos de la población contra los regímenes dictatoriales iban acompañados de la falta de entusiasmo de parte de las democracias neoliberales occidentales en los casos en los que la revuelta se daba contra regímenes «amigos» (Túnez, Egipto, Bahrein, Yemen…). Por contra, con la abierta intervención, incluso militar, cuando estos levantamientos lo han sido contra sistemas políticos «peligrosos» (Libia, Siria…).

Es evidente que lo primero que se desprende es que aunque se propugne la democracia como el sistema político más respetuoso con los derechos humanos y el bienestar de las poblaciones, a la hora de la verdad ésta no sirve igual para todos los pueblos y queda subordinada, hoy en día, a los intereses económicos neoliberales. Lo acabamos de ver en Egipto, donde el nuevo golpe de estado (3 de julio), llevado adelante por el ejército que gobernó el país durante los últimos 50 años, devuelve a éste al poder y las democracias de occidente lo aplauden no calificando el mismo como golpe de estado y tomando medidas que quedan en lo declarativo únicamente, mientras en lo efectivo suponen un claro respaldo a las nuevas autoridades golpistas. Esto incluso después de la matanza de cientos de personas (según las cifras más conservadoras) que se ha producido en el país norteafricano. Europa y EE.UU. llaman hipócritamente a la «contención de las partes», olvidando qué parte ha dado un golpe de estado contra la democracia y qué parte está poniendo la inmensa mayoría de muertos y heridos. Como señalaba recientemente R. Fisk en «La Jornada» de México, después de esto ¿qué musulmán volverá a creer en las urnas?.

En suma de todo lo anterior, la propia canciller alemana, A. Merkel, resumía recientemente el «espíritu democrático» que rezuman los sistemas neoliberales al decir «Podemos ayudar a los países de la región, pero solo si las propias sociedades eligen el camino correcto». Por supuesto la frase, en ejercicio de sinceridad política, debería concluir con un «y nosotros definimos cual es el camino correcto», plasmando la impronta colonialista, paternalista e imperialista que también caracteriza al neoliberalismo cuando se quita la máscara democrática. Esta es, en gran medida, la hipócrita actitud del neoliberalismo con respecto a la democracia.

 * Miembro de Mugarik Gabe.