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Continúa proceso penal contra oficiales del ejército por casos de desaparición forzada en Cobán

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Por: Quimy De León.

En el Tribunal de Mayor Riesgo del grupo A en la ciudad de Guatemala este miércoles 25 de mayo continua la Audiencia de discusión del Acto Conclusivo en el causa penal en contra de 10 oficiales del Estado Mayor del ejército acusados por los delitos de lesa humanidad durante la guerra contra la población civil maya Q’eqchi, Achi, Pocomchi, Ixil y Kiche: delitos como desaparición forzada y deberes contra la humanidad.

El Ministerio Publico y las organizaciones de detenidos desaparecidos y víctimas del conflicto armado en Alta Verapaz buscan el esclarecimiento de la desaparición de 565 personas durante los años 1981 a 1987 en la zona militar No. 21 “Coronel Antonio José de Irisarri” y exhumadas en el año 2012 en zona militar de Cobán Alta Verapaz ahora CREOMPAZ.

 

Creompaz: las mujeres que esperan conocer la verdad

Prensa Comunitaria Km 169

Fotografía de Nelton Rivera.

Por: Nelton Rivera.

Doña Marta Macz, es una mujer Q’eqchi’ de Cobán Alta Verapaz, ella es una de las mujeres que esperan conocer la verdad, su testimonio y su lucha por el esclarecimiento de los hechos sufridos por la gente durante la guerra, especialmente contra las comunidades en la región de las Verapaces la llevó a organizarse en uno de los movimientos de víctimas del conflicto armado interno.

Desde Alta Verapaz los familiares de detenidos desaparecidos impulsaron uno de los principales procesos de búsqueda, 585 osamentas se exhumaron en la zona militar No. 21 “Coronel Antonio José de Irisarri” ahora Creompaz, de esas 585, solamente 128 osamentas fueron identificadas por la FAFG y son las que permiten 34 años después juzgar a los responsables intelectuales de su desaparición.

El proceso penal que enfrentan actualmente 10 altos mandos del ejército guatemalteco está por concluir en su etapa intermedia, inicialmente fueron sindicados 14 y aún quedan pendientes más ordenes de aprensión contra otros oficiales. En esta etapa la fiscalía de Derechos Humanos del Ministerio Público MP hizo la imputación a cada uno de los 10 oficiales, responsabilizados por delitos de desaparición forzada y deberes contra la humanidad, considerados delitos de lesa humanidad cometidos contra la población indígena maya Q’eqchí, Pocomochí, Achí, Ixil y Kiché durante los años de 1978 a 1987 en la región de las Verapaces.

Este proceso se puede resolver la próxima semana, cuando la juez Claudette Domínguez quién preside el Tribunal de Mayor Riesgo del grupo A en la ciudad capital, resuelva enviar a juicio oral y público a los 10 oficiales sindicados. Es en ese contexto que varias mujeres q’eqchi viajan desde la ciudad de Cobán y de algunas de sus comunidades para presenciar como avanza este proceso que ellas consideran histórico.

Acompañan a tres asociaciones de victimas del conflicto que son querellantes en este proceso, también acompañan a FAMDEGUA y GAM organizaciones que buscan a los desaparecidos que se aquerellaron también.

Doña Marta al igual de muchas mujeres en este país espera que finalmente la justicia haga su trabajo.

«Queremos llegar a tener un gran monumento, para tanta gente que ahí entrego su sangre, que los retuvieron ahí juntos en ese lugar, y que en ese lugar lo convirtieron con las fosas en un cementerio, pero queremos que todo esto sirva de memoria para que nunca, nunca más vuelva a pasar, todas esas atrocidades por las que paso nuestra gente, por esas atrocidades por las que pasamos la mayoría.»

Prensa Comunitaria Km 169

Prensa Comunitaria Km 169

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Las palabras de doña Marta…

“Estamos en este lugar, en algo histórico, en algo trascendental. Y de muchas emociones al mismo tiempo porque nunca se había pensado en que llegara este momento.

Hubiese querido que toda la gente que sufrió el conflicto armado interno estuvieran aquí no, pero comprendo que la situación económica, el trabajo de la gente y muchas cosas más les impiden estar en ésta sala de audiencias.

Pero quienes si podemos estar, lo estamos haciendo, sé que mucha gente está al tanto de este proceso, para nosotros todo lo que hemos estado escuchando en las audiencias es como volver a vivir todos esos momentos, es volver a repetir lo que paso.

Pero nosotras nos hemos fortalecido todo este tiempo, hemos fortalecido nuestra personalidad para enfrentar este momento, antes era de mucho sentimiento, era de mucha sensibilidad cada momento que pasamos, esos momentos fueron de llanto.

Pero ahora me siento fortalecida, pienso que mucha gente también esta fortalecida y eso nos da muchas fuerzas para estar acá-.

Esperamos que este proceso llegue a un final en donde la justicia prevalezca, cada uno de los pasos que se da acá, que forma parte de un todo que es bastante grande, todas las personas que están implicadas, también la fiscalía del Ministerio Publico ha hecho un gran trabajo, se han esforzado, yo quisiera felicitarlas y abrazarlas porque ha hecho una gran investigación.

Ahora que ya hemos llegado a este punto, en donde se va a requerir que se puedan conocer los documentos secretos que el ejército tiene, todos esos planes de campaña militares que el ejército elaboro, para saber por qué actuó así el ejército, tienen que haber razones del porque actuó así.

Porque se llevaron a nuestros familiares y no les dieron un proceso justo, igualitario como el que está pasando ahora con los hechores, que ahora los van a llevar a un proceso de justicia, a pesar de que están encerrados, pero están comiendo bien, tienen todas las comodidades, lo que no hicieron ellos con tanta gente, contra miles de gentes que no estaban dentro de todo lo que sucedió durante la guerra, la población civil que nada tuvo que ver.

Mujeres, niños, ancianos, que nada tuvieron que ver con la guerra, pero esperemos que todo esto nos lleve a tener un lugar para la memoria, de memoria histórica, que ese lugar que hoy en día es CREOMPAZ, se convierta en un lugar para la vida, para la memoria. A ese lugar antes tantos nombres que le pusieron, cuando fue la zona militar número 21, ahora Creompaz pero sigue siendo una zona militar.

Queremos llegar a tener un gran monumento, para tanta gente que ahí entrego su sangre, que los retuvieron ahí juntos en ese lugar, y que en ese lugar lo convirtieron con las fosas en un cementerio, pero queremos que todo esto sirva de memoria para que nunca, nunca más vuelva a pasar, todas esas atrocidades por las que paso nuestra gente, por esas atrocidades por las que pasamos la mayoría.

Por todos esos estudiantes que lucharon, por exigir una Guatemala distinta, por eso esperamos que podamos llegar a ese momento, momento en el que los abracemos y que podamos llegar a saber realmente la verdad.  Eso es lo que queremos.”

No hagamos de la Justicia un Circo

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Exhumación en comunidad Xexocom en Nebaj, Quiche. Año 2015. (Antiguo destacamento militar)

Por Carlos Fernández.

Desde el año 1998 comencé en las andadas. Para ese entonces estaba con el tema de rehabilitación física a víctimas sobrevivientes del Conflicto Armado Interno –CAI- y tiempo después paré trabajando en temas de reparaciones y devolución del REMHI en el año 2000 que impulsaba la iglesia católica guatemalteca. En esos años, me tocó ir a varios procesos de exhumación, ya que mis compañeros psicólogos creían que el patojo de la facultad de medicina de U privada tenía que sensibilizarse. La experiencia que dejan las exhumaciones de víctimas de violencia del CAI es única. Cada proceso a pesar de ser diferente al anterior, tenía una particularidad: el deseo de los familiares, muchas de ellas mujeres, de establecer el paradero de sus seres queridos.

Recuerdo estar sentado en un paraje mas allá de Soloma, Huehuetenango, ayudando a los antropólogos a llenar fichas de identificación de desaparecidos y escuchar el relato de señoras de avanzada edad que describían con lujo de detalles la forma en que iban vestidos sus esposos e hijos desaparecidos, fecha exacta y hasta que les habían puesto para comer en su jornal. Hubo momentos en los que debo confesar dudé de la exactitud de sus versiones. ¿Cómo era posible que alguien recordara con tanto exactitud después de 25 o 30 años ese tipo de detalles?

Una vez terminada la tarea de documentación y pasado un tiempo tocó regresar a la comunidad al inicio de la fase arqueológica. Se delimitó la trinchera en el lugar señalado por los testigos e inició el proceso de poco romántico debo decir de palear por horas. Conforme se iba profundizando, cubetas y más cubetas de tierra salían de la fosa y por momentos pensé que la gente se había equivocado de lugar. Fuera de la fosa el ambiente era de voces, risas de niños y madres hablando a sus hijos para que no tocaran las herramientas de los arqueólogos. En un árbol cercano, unos psicólogos hacían una suerte de taller psicosocial con los familiares. Había un poco de todo.

Con el pasar de las horas, cada vez había más personas alrededor de la ahora profunda fosa. El ambiente seguía siendo de poca solemnidad, hasta que una de las palas dio con la primera osamenta. Cuando el compañero pronunció las palabras “aquí hay una persona”, se hizo un silencio profundo y así siguió por varios minutos mientras iniciaba ahora una fase más minuciosa del trabajo en manos de los arqueólogos. Brochazo tras brochazo, pequeños picos y palas descubrían etapa por etapa no uno sino decenas de cuerpos apelmazados con manos amarradas, ojos vendados y orificios en el cráneo posiblemente provocados por proyectiles de arma de fuego. De pronto una de las mujeres da un grito de “aaayyy”, se agarra el rostro y llora con un desconsuelo que golpeaba el alma. Era una de las señoras que me tocó entrevistar; una de las osamentas correspondía con el pantalón, cincho, camisa y calzado que ella recordaba. Movía sus manos al cielo, como quien reclama a Dios por tanta injusticia. No entendí una sola de las palabras en idioma maya dichas por la señora en ese momento, pero no hacía falta. Sus gestos y su voz ahogada en llanto eran más que elocuentes.   Me asaltó un sentimiento de culpa por haber dudado he de confesar. Como ella, otros cientos de sobrevivientes tenían intacto el recuerdo del último día que vieron a sus seres queridos.

Ahora que han capturado a 13 militares entre ellos Benedicto Lucas García, hermano del sanguinario genocida Romeo Lucas García (1978-1982) se lleva en tribunales un proceso histórico de justicia. Cientos de familiares han esperado con ansias el tener la oportunidad de sentar frente a la justicia a quienes identifican como responsables de la tortura, desaparición, secuestro y asesinato de sus familiares. No tuve la ocasión de ir a la primera audiencia y dudo tener el tiempo para asistir a otras, pero las he seguido en redes, medios de comunicación y por amigos que si han presenciado. Uno de ellos me relató cómo en la audiencia del día 8 de enero de 2016 habían en la sala dos bandos (faltaba más en ésta Guatemala de la polarización) y cómo se dieron una serie de “incidentes” al nivel de sacarse la lengua, arrugarse la frente, “agredirse tomándose fotos mutuamente” y otra serie de actitudes infantiles.   De los familiares de los militares, no espero mucho. Pero de otras personas y organizaciones sí. Lo que ocurre en esa sala, no es un circo. Es un proceso que lleva años de estarse persiguiendo por los sobrevivientes de la masacres. Las evidencias son contundentes y han sido recabadas de manera científica, pero sobre todo, es la oportunidad única de las víctimas y no de las ONGs de acceder a justicia.

Los abogados del MP y de la querellante tienen tremenda responsabilidad. Ya hubo una experiencia poco agradable con el proceso contra Ríos Montt, en la que el litigio malicioso rindió sus frutos. En esta ocasión no deben cometerse los mismos errores o vicios de proceso que puedan dejar una rendija por la que se cuele un fallo de impunidad. Ojalá y lo tengan claro esta vez. De nada sirve ganar mediáticamente el caso si legalmente el fallo será de impunidad.

Es por ello que regreso al momento en el que se encontró la primera osamenta en aquella fosa que relaté líneas antes. Es momento de manifestar un profundo respeto por las victimas, detener el ruido innecesario y poner atención a lo importante. Acá no se están litigando ideales oenegeros o políticos de la derecha conservadora. Se ha puesto ante la justicia a perpetradores de violaciones a derechos humanos contra población desarmada, violadores sexuales, torturadores, secuestradores y sabrá Dios que otros delitos, documentados, insisto, de manera científica. No es momento de circos. La sangre derramada clama justicia; que las luces, flashes y momentos mediáticos no logren desvirtuar esta larga espera. No hagamos de la justicia un circo y menos aún, ocasión para sacar a pasear luchas ideológicas inútiles.