Archivos diarios: 24 marzo, 2016
Hoy hace un año, impunidad, dolor y ausencia.
Por Lucia Ixchíu.
Recuerdo que planeábamos un festival solidario y diversas acciones para articular en torno a la demanda de liberación de los presos políticos de Barillas Huehuetenango, recuerdo que teníamos pensado ir a Barillas y junto al Gobierno Plurinacional Q´anjob´al reclamar por su libertad. Nunca pensé que después de pocos días se convertiría en uno más del listado de presos de la región Norte de Huehuetenango.
Eran las 5 de la tarde del 24 de marzo del 2015 y recuerdo como si fuera ayer aquel fatídico día. Así como recibí la terrible noticia de la masacre del 4 de octubre de Totonicapán en el 2012, pensé que ese dolor no se podría volver a sentir nunca, pero me equivoqué. Al enterarme entré en negación y sentí el silencio, sentí el vacío, sentí la ausencia que dejaría en espacio, sentí la ausencia que tendría en su pueblo, pero más dolorosa, sentí la ausencia que dejaría en sus ríos y montañas, sin aire y sin entender lo que estaba pasando tragué un poco de saliva y leí algo que no quería aceptar: Rigoberto Juárez y Domingo Baltazar fueron detenidos en la sexta avenida de la ciudad de Guatemala de manera arbitraria y nadie hizo nada para detenerlos; bueno sólo Ricardo Cajas que iba con ellos, quien también fue agredido por la PNC que sin orden de juez, detuvo a Rigoberto ilegalmente. Recordar esta detención es como echar sal en la herida, en esa herida que no sanará nunca, la herida que está abierta desde hace mucho, antes de que yo naciera desde hace más de 500 años.
Este mes hace un año, sin duda es un mes de mucho dolor, del recuerdo de agresiones, injusticias, arrebatos, dominación y abuso de poder, puesto que el 19 de marzo fui agredida junto a Rigoberto y muchas otras compañeras y compañeros comunicadores, periodistas y locutores en el parque de Santa Eulalia -Huehuetenango- en el intento de reapertura de la radio Snuq’ Jolom Konob’ por el ex Alcalde Diego Marcos Pedro y todas y todos su empleados, allegados y operadores políticos. Ese día salimos corriendo, huyendo después de haber documentado la mierda y la impunidad que impera en Guatemala en todos sus niveles, en todos sus estratos, en sus tres poderes, a todas luces y la orden del día.
La detención de personas como Rigoberto rompe el tejido social del país y los pueblos, mismo que ha tratado de reconstruirse a pesar de la ruptura que hubo durante la guerra de 36 años, la migración y diversos fenómenos sociales provocados por la desigualdad, el racismo y el clasismo. La desestabilización de la economía familiar y del pequeño productor, puesto que para un hombre indígena en este país la edad promedio de estabilidad económica está entre los 75 y 85 años, la desintegración de las mismas quizás sean los resultados más dolorosos de toda esta vorágine del despojo, de la dominación, la lejanía del encarcelamiento como el castigo máximo. Me parece un insulto que sigan torturando a los pueblos, despojándolos de sus líderes, de sus guías, de sus cabezas de pueblo, acosándolos, reprimiéndolos y criminalizándolos por defender la vida. En este país cualquiera que este organizada es un crimen y un peligro.
Vivir la prisión política en carne propia supongo que ha de ser tortuoso y fulminante, pero a las y los cercanos es un mar de impotencia y dolor, los daños colaterales no son cuantificables, poco puede hacer una, más allá de los trámites y diligencias, de las vueltas por la comida, la ropa, de las colas largas de la visita y la lucha por que el encierro sea lo menos tortuoso posible, la angustia del día a día, en esas junglas de concreto, gobernadas por el narcotráfico, ex funcionarios, sicarios y delincuentes y la corrupción. La impotencia de ser una mujer indígena o mestiza y saber que se tiene en contra al estado en todas sus expresiones que te invisibiliza y obliga a someterte a su justicia, a su sistema penitenciario y la podredumbre alrededor de éste, que te denigra en tu integridad humana y de manera involuntaria se guarda la prisión política junto a tu compañero con la esperanza de un poco de solidaridad, de los cercanos.
Qué hacen personas como Rigoberto, Domingo, Don Chico, El Profe Arturo y los demás en prisión por delitos inventados, detenidos arbitrariamente, torturados psicológicamente, y económicamente, puesto que el estar preso ahora también debe de ser un lujo a la hora de pagar la talacha si querés seguir con vida o al menos entero. El MP ha negado en múltiples audiencias que es prisión política, en la que tienen sometidos a Rigoberto y las demás personas que se encuentran encerradas injustamente, pero si estas personas están presas por defender su casa, sus familias, su comida, sus ideas, sus pensamientos y sus saberes enseñados por sus ancestros.
La prisión política es el castigo máximo que han encontrado estos estados del terror donde siguen operando de manera ilegal la tortura de todo tipo y los abusos usuales a los que son sometidos los que defienden sus ideas, sus creencias y su territorio.
Hoy hace un año Rigoberto, lo llevo conmigo todos los días para que me recuerde que tengo el compromiso de seguir luchando, gracias por las pláticas de horas, enseñándonos sobre su tierra, sobre su historia, sobre su pueblo. Tengo miedo de no volver a verle, tengo miedo de que esta ausencia me ahogue y no pueda seguir luchando por demandar por su libertad. Gracias por creer y enseñarnos tanto con su encierro, que como usted lo ha dicho tantas veces, es sólo otra forma de luchar. Gracias por ser tan imprescindible, gracias por sus pasos en la tierra con los pies descalzos, gracias por ser el guardián de la vida de los ríos y las montañas. Acá afuera lo estamos esperando y sentimos su ausencia, nos hace tanta falta su caminar, su andar y su esperanza.
«Los usureros: un mal común del que poco se habla»
Por: Tik Las
San Juan Ixcoy, 03/04/16. Hace dos días una familia de quince miembros fue desalojada de su casa, porque no pudieron pagar una deuda que tenían con los famosos usureros. Gente que se aprovecha de la necesidad de los otros, les hace préstamos con intereses impagables para quedarse con sus tierras.
Originalmente la deuda era de diez mil quetzales, y con los intereses esa cantidad llegó a noventa mil. El licenciado Juan Alfonso García, llegó con un equipo de policías y diez hombres para sacar a la familia a la fuerza, y fueron dejados en la calle, bajo la lluvia y el frío. Entre los adultos desalojados se encuentran niños menores de edad y una persona con discapacidad mental, pero nada de eso le importó al licenciado.
Ahora la familia vive en la calle, miembros de una iglesia denominada Apostólica están ayudando con la construcción de un albergue para proteger a esta familia. señora contó que ellos compraron el terreno donde construyeron la casa hace veinticinco años y que con mucho esfuerzo lograron la casa. Los vecinos están llevando artículos de consumo diario a la familia. Ellos dicen que no tienen a donde ir, y que esperan en la buena voluntad del licenciado para que los deje regresar a la casa que por derecho les pertenece.