Archivos diarios: 7 marzo, 2016

CONMEMORACIÓN DEL DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER EN SANTA EULALIA, HUEHUETENANGO

Por: Victoria Lwin.

Para conmemorar este día la Oficina Municipal de la Mujer de Santa Eulalia organizó una actividad a la que asistieron mujeres de distintas comunidades del municipio y organizaciones que trabajan por nuestros derechos, que los conozcamos y los defendamos.

En esta actividad se dio a conocer la historia y el origen de la conmemoración de este Día Internacional de la Mujer, también se reconoció el aporte y la lucha de varias mujeres que han perdido la vida por exigir sus derechos, resaltando el caso reciente de Berta Cáceres lideresa indígena hondureña que ha defendido la vida, por lo que reconocemos esa estrecha relación entre la mujer y la madre tierra. También se conversó acerca de los derechos de la mujer y de actividadades de emprendimiento comunitario.

 

Doña Petrona el testimonio de una sobreviviente de la violación sexual durante la guerra

Prensa Comunitaria Km 169

Por Nelton Rivera.

Doña Petrona es una mujer Q’eqchi de 75 años de edad, cuando ella tenía 41 llegó el ejército a su comunidad y tomo control de las otras comunidades en Panzós Alta Verapaz en 1982, ella recuerda ese año porque fue cuando comenzó la represión del ejército.

“Llegaban los soldados a buscar a la gente a las comunidades y se los llevaban y nunca más los volvimos a ver.”

Las comunidades se organizaron en la década de los años ochenta para solicitar al Instituto Nacional de Transformación Agraria (INTA) legalizara las tierras a favor de la población, esto motivo que los terratenientes en la región con intereses concretos en las tierras los denunciaron de pertenecer a la guerrilla, a partir de esa denuncia llegaron los militares.

Durante el juicio realizado para esclarecer los delitos cometidos por el ejército en Sepur Zarco y Panzós a partir del caso “Sepur Zarco”, varios sobrevivientes y testigos narraron como el ejército llego a las comunidades, haciendo uso de listados ubico a los hombres, los detuvo y los desapareció, luego regresó por las mujeres, las esclavizó y las violó constantemente.

Muchas familias al comprender que correrían la misma suerte decidieron huir a las montañas para sobrevivir, el ejército respondió enviando patrullas a buscarlos, también hizo uso de artillería pesada sobre la montaña y a la aviación para atacarlos, muchos niños murieron de hambre y enfermedad.

El ejército asesino a su esposo y ella para sobrevivir tuvo que entregarse al destacamento militar de Sepur Zarco, fue esclavizada para trabajar al servicio del ejército, fue violada múltiples veces por los militares.

Luego de 34 años de buscar la justicia, finalmente doña Petrona dio su testimonio ante el Tribunal de Mayor Riesgo A, los dos militares acusados fueron condenados el día 26 de febrero de 2016, el primero fue el comandante del destacamento militar, el coronel Esteelmer Francisco Reyes Girón, el segundo fue comisionado militar, Heriberto Valdés Asij, conocido también como el canche Asij.

A Reyes Girón el tribunal lo condenó a 120 años de prisión por los delitos contra los deberes de humanidad durante los años 1982 y 1983, por esclavitud y violación sexual de mujeres Q’qchis y el asesinato de doña Dominga Cuc y sus dos hijas. Al “canche Asij” a 240 años de prisión por la violación y esclavitud sexual de 11 mujeres Maya Q’eqchi y la desaparición forzada de siete de los esposos.

Solamente un oficial y un comisionado militar fueron juzgados, quince fueron las mujeres Q’eqchis las querellantes en el juicio, pero fácilmente el número de mujeres que sufrieron lo mismo puede llegar a sobrepasar el número de sesenta[1], quizás este juicio podrá abrir el camino para que las demás mujeres y familias afectadas busquen justicia, quizás el MP amplié la investigación a los otros autores materiales e intelectuales, altos mandos del ejército o a civiles como los terratenientes que también participaron de forma directa o indirecta.

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Doña Petrona contó su historia

Doña Petrona se casó con Mario Mes Chub, juntos tuvieron a cuatro hijos, Candelaria, Juan, Abelino y Margarito Mes Choc, construyeron su hogar en Panzós Alta Verapaz. El día 2 de febrero 2016 ella llegó al Tribunal de Mayor Riesgo A para dar su testimonio sobre todo lo vivido durante la guerra.

Su cabello ya es de color gris, sus canas brillaban reflejando la luz de la sala, iban recogidas con una cola de elástico con dos pelotitas rosadas, una frazada de colores cubre su espalda y una toalla rosada está en una de sus manos con la que contuvo muchas veces sus lágrimas mientras le explicaba al tribunal cada uno de los terribles momentos que vivió.

La juez Yassmin Barrios, presidenta del tribunal le explicó que ella llegó para hablar de “la represión, control, desapariciones forzadas, violencia sexual, violencia generalizada en la comunidad La Esperanza, municipio de Panzós Alta Verapaz y sus alrededores, ejercida por miembros del ejército de Guatemala, comisionados militares, colaboradores del ejercito e integrantes de las patrullas de autodefensa civil.”

Sobre los dos acusados, al coronel Reyes Girón, el otro el comisionado militar “el canche Asij”, ella los conoció en el pasado, aunque aclara que los nombres completos de ambos no los sabia hasta que la presidenta del tribunal se los mencionó.

Doña Petrona no recuerda la fecha exacta de su nacimiento, en su papel de identidad esta la fecha, afirmó. Nació en la jurisdicción de Carchá Alta Verapaz, junto a su esposo para buscar su sobrevivencia decidieron ir a trabajar la tierra en Panzós, juntos construyeron su casa en la Aldea La Esperanza.

No recuerda la fecha exacta, hora, día y mes cuando llego finalmente al destacamento militar de Sepur Zarco, no tuvo forma de memorizar las fechas.

“no sé leer ni escribir, de haber sabido hubiera registrado esas fechas. Recuerdo que fue en 1982 cuando huimos a la montaña y que fue el año de 1983 cuando regresé y estuve en el destacamento.”

Así comenzó a narrar su historia…

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Los T’zultaka de la Montaña les dieron refugio y protección

“En el año de 1982 nosotros nos fuimos a refugiar a la montaña, en esa época lo que sucedía es que llegan a las comunidades los militares y se llegaban a llevar a las personas, se los llevaron en camiones y así fue como nosotros comenzamos a ver que hacíamos para sobrevivir y así huimos.”

Para los mayas Q’eqchí, Achí y Pocomochí en Guatemala y Belice, T’zultaka es el dios del maíz, de las alturas, de las profundidades y de la abundancia de los animales, habita en los cerros y en las montañas[2], por lo tanto es el protector de la montaña.

Doña Petrona cuenta como su casa estaba divida en dos áreas principales, la mitad estaba dedicada a una tienda que tuvieron y para almacenar el maíz y las mazorcas que estaban cosechando en aquella época, la otra área era prácticamente para la vivienda. Recuerda que todavía les faltaba cosechar 10 tareas de milpa el día que llegaron los soldados a la comunidad.

“Mi finado esposo nos dijo que teníamos que huir y vimos que podíamos llevar, teníamos 4 hijos los más pequeños llevaban las bolsas de azúcar y aguas gaseosas, con lo que podían cargar y así nos fuimos a refugiar a la montaña.

Cuando nos agarraba la noche nos enrollábamos en unos nylons, nos lluvia todo el tiempo, los usábamos para protegernos del agua y de los insectos, todo esto que nos ocurrió no me lo estoy inventando, yo lo viví, cuando los soldados nos encontrabran, volvíamos a huir, usamos los ríos para caminar, porque en la montaña no habían caminos.”

Don Mario Mes y ella tenían en aquella época 8 tareas de tierra, que son 8 cuerdas de terreno, doña Petrona afirma que pelear por la tierra, por esa tierra que tenían, más las otras parcelas de las demás familias de la comunidad molestó a los terratenientes, porque poco a poco la gente tuvo sus propiedades, sus inmuebles, animales y negocios, describe que ellos tenían cacao, maíz, frijol y que cuando llegó la represión lo tuvieron que abandonar todo.

Su finado esposo le decía “que les vamos a dar de comer a nuestros hijos, él se iba a buscar algo que el mismo monte nos daba, yerbas, a veces él encontraba caña y eso le dábamos a nuestros hijos, porque eso era lo único que encontrábamos.” Su voz en ese momento se quebró, la toalla rosada en su mano limpió de su rostro sus lágrimas.

De 1982 a 1988 aproximadamente, los T’zultaka de las montañas protegieron a un sin número de personas Q’eqchís; ancianos, mujeres y niños que encontraron adentro de la montaña la protección frente al ejército y los terratenientes.

Esa misma historia se vivió en Huehuetenango, Quiché, Petén, Chimaltenango y otros lugares del país.

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El ejército asesinó a su esposo

Un día seis personas se juntaron para ir a buscar comida, así salieron de la montaña, estaban en un sitio mientras comían unas naranjas cuando Abelino su hijo de 6 años grito “ahí vienen los saldados nos vamos a morir… mi esposo se arrodilló ahí mismo y se puso a orar, desde ese día él murió y ya no lo tenemos entre nosotros.”

La acción de don Mario le permitió a Abelino su hijo pequeño correr inmediatamente y meterse adentro de la montaña de nuevo, doña Petrona ante el grito de alarma decidió reunir a sus hijos, juntos salieron huyendo de la patrulla del ejército, montaña adentro podían tener un respiro de tranquilidad.

Recuerda que caminaron por muchos cerros, en el momento cuando iban caminando sobre unas peñas escucharon los disparos de fusil. “Ese fue el momento en el que mataron a mi esposo, junto a los otros hombres, en ese momento nos quedamos solos.”

A don Mario Mes no lo volvió a ver, “desde ese día nunca encontré su cuerpo, no lo he podido velar, ni enterrar y despedir.”

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El destacamento militar de Sepur Zarco

Mientras ella narraba ante el tribunal hablo de los serios problemas en su salud, está enferma del oído, en 1982 se fracturó el pie cuando huyó del ejército junto a su familia, “me resbale en un río y ahí me rompí el pie, desde ese entonces me duele, todavía siento el dolor.” Su voz se quiebra de nuevo, su mano coloca sobre sus ojos, guarda de nuevos sus lágrimas.

“Mi hijo Abelino quedo también afectado, él quedo mal de un oído y de un ojo, cuando sucedió ese incidente con el ejército, cuándo perdimos a su padre, él escucho los disparos muy de cerca y como pudo corrió adentro de la montaña y como pudo logró salvarse.”

Sin el apoyo de su esposo, tuvieron que salir de la montaña, buscaron ir a la comunidad de Sepur Zarco sin otra opción, en juego estaba la vida de sus hijos pequeños, caminaron como 2 días y al tercer día llegaron al destacamento militar, ahí se presentaron para que el ejército respetara su vida.

“Cuando llegamos nos arrodillamos en el suelo y empezamos a orar para que nos perdonaran y nos dejaran ingresar a la comunidad. Nos quedamos a dormir en la sombra de una de las casas del destacamento, en la noche los soldados llegaban a jalarme de las piernas y yo despertaba a mis hijos para decirles que llegaron los diablos y que me querían llevar, así nos protegíamos entre nosotros.”

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Esclavitud y violación sexual

En el destacamento miliar fue el lugar en donde la violaron; “ahí estuvimos, es muy doloroso relatar todo el daño que nos ocasionaron esos hombres, luego nos llevaron a una pequeña casa y esa casa estaba rodeada por ellos, no podíamos movernos a ningún lugar, al amanecer nos llevaban a cocinar, nos decían vengan y me llevaban a cocinar con otras de las mujeres, muchas veces fui violada, una de mis hijas también fue violada.”

Doña Petrona recuerda que mientras estuvo detenida con ella hubo muchas mujeres, pero recuerda a una en particular porque se escondía debajo del pollo para cocinar, todas las demás mujeres lloraban de terror y los soldados llegaban, la buscaban y se la llevaron.

“ella nos contó que la llevaron a la orilla de una fosa y le dijeron que en el fondo estaba su esposo, le dijeron te vamos a llevar a ver a tu esposo y él estaba al fondo de la fosa.”

Doña Petrona explica que dentro del destacamento había varias construcciones, algunas parecían casas, otras no, con insistencia los soldados le decían: “vos ya no tenés a nadie, nadie está preguntando por vos.”

Todos los días la llevaron a trabajar a la cocina del destacamento junto con otras mujeres, las hicieron trabajar de manera forzada, tenían que soplar el maíz y el frijol para limpiarlo, todo el tiempo eran grandes cantidades de estos granos, luego lo tenían que cocinar en unas olladas grandes, “las hoyas eran como para cocinar a los cerdos, ahí era donde les cocinábamos.”

Los vecinos de Sepur Zarco hacían una “contribución” de los alimentos que ellas cocinaban para el ejército, el frijol y el maíz llegaba por canastadas, ni una sola libra del grano fue comprada por los militares.

“Lo que nos daban eran 4 tortillas, cuando decíamos que si en agradecimiento, nos decían ¿así es como ustedes comían en la montaña? ¿Se comieron la carne?, sí, respondimos nosotras, ¿les gusto la carne?… lo que ustedes se acaban de comer es carne de perro, nos gritaban”

“Nos decían apestosas, eso era realmente humillante porque en nuestra comunidad siempre íbamos al río y en la montaña siempre nos bañamos. La mujer de quién les hablo se llamaba Candelaria Beb y ella ya está fallecida, estas son mis palabras.”

Ella recuerda a otras mujeres que corrieron por la misma suerte, su hija Candelaria Mes, Candelaria Yat, Rosa Tiul, Margarita Chub, son algunos nombres que recuerda a sus 75 años, con su voz cuenta que hubieron muchísimas más mujeres, por momentos se aleja del micrófono, dice que todos los días llegaban más mujeres al destacamento, a tal punto que el ejército podía hacer turnos con ellas, unas reemplazaban a las otras.

“Las mujeres que estaban conmigo todas eran viudas, y eran un montón de mujeres, todos los días llegaba el montón de mujeres.”

“Lo que sucedía es que llegaban todos los días los soldados, de un lado tenia a mi hija, a mi yerno y mis dos hijos, y yo con un palo les decía hijos de puta váyanse de acá los voy a denunciar con quien los manda, acaso no les da vergüenza lo que nos vienen a hacer.”

Yo no puedo inventármelo, lo que me sucedió a mi es lo que vengo a contar, yo estuve ahí. Solo Dios sabrá cuánta gente llevaron, si eran mujeres u hombres, no lo sé con exactitud todas las tardes escuchamos disparos.”

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Del destacamento de Sepur Zarco las llevaron al de Tinajas

El destacamento de Sepur Zarco estaba ubicado en una de las fincas del municipio de El Estor Izabal, el destacamento de Tinajas lo ubicaron en otra finca en el municipio de Panzós Alta Verapaz, con el permiso y el apoyo del dueño de la finca de Tinajas, propiedad en ese entonces de Flavio Monzón alcalde municipal de Panzós Alta Verapaz en 1982. Otras fincas que se encontraban entre Panzós y El Estor eran propiedad de las familias Milla, Meagli en El Estor Izabal[3], también los Overdick García, los Monzón entre otros terratenientes.[4]

Doña Petrona, recuerda que primero estuvieron en el destacamento de Sepur Zarco, luego ordenaron que las enviaran al destacamento de Tinajas.

“Cuando estuvimos en Tinajas, mis hijos tenían como 6 o 7 años el más pequeño, ahí los amarraban y los dejaban tirados, no estuvimos en ninguna casa, si no que nos cubríamos con las hojas gruesas de los árboles para quedarnos en la intemperie. A mis dos hijos y mi yerno los mantenían amarrados; el esposo de Candelaria mi hija era Manuel Caal Beb, Juan Mes y Abelino Mes eran mis otros dos hijos pequeños, Mariano es el hijo que todavía me cuida.

A su yerno y sus hijos los soldados dentro del destacamento en Tinajas constantemente los pateaban y los golpeaban con sus armas en el estómago. Ella recuerda que en su estancia les gritaban “vayan a bañarse”, luego llegaba un hombre gordo quien las violaba de primero y luego llegan otros hombres más pequeños que formaban parte de la tropa y las violaban también.

“Recuerdo que todo esto sucedió en la época de Ríos Montt, todo esto fue muy doloroso lo que nos sucedió.”

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La vida fuera del destacamento

Doña Petrona sabía que su comunidad la esperaba un lote de tierra, para ella y su familia, por eso en el año de 1982 las autoridades de la comunidad estaban gestionando ante el INTA esas tierras, ella comprende que la lucha por la tierra fue la razón por la cual se enojaron los terratenientes de la región, toda la represión fue por pedir la legalización de la tierra, hoy esas fincas las tienen con Palma Africana en grandes extensiones de cultivo.

“Cuando yo regrese a mi casa ya no había nada. Algunos de nuestros cultivos habían sobrevivido debajo del monte cuando este creció, nuestras reses, nuestras gallinas, nuestros coches, todos se perdió.

Les enseñé a mis hijos a trabajar, porque somos gente de trabajo, les enseñé a trabajar la tierra a mis dos hijos varones. Ellos me preguntaban que vamos a hacer para comer, yo le respondí tendremos que cultivar la tierra para comer. Compramos un machete, compramos una lima para afilarlo y comenzamos a sembrar de nuevo la tierra. Sembramos cinco cuerdas de arroz, una cuerda de chile y otra de frijol.”

Doña Petrona salió de la montaña sin nada, cuando ella y sus hijos salieron del destacamento militar de Tinajas, no tenían absolutamente nada, poco a poco fueron comenzando de nuevo, algunos vecinos le regalaron ropa vieja para vestir a sus hijos, también las mujeres le regalaron un corte viejo.

“Les enseñé a trabajar a mis hijos, así comenzaron a ganarse la vida y sus centavos, yo también trabajaba vendiendo tortillas, vendiendo tamales y tayuyos. Luego aprendí a tejer y así fue como seguimos trabajando tejiendo cosas.

Ahora a duras penas puedo sobrevivir, la gente que es buena me regala, comida, azúcar y así voy pasando los días. De 1982 hasta la fecha aún no tenemos la propiedad de la tierra.”

Ella insiste en recordar que perdió a su esposo, nunca lo pudo enterrar, aún no ha encontrado su cuerpo, el ejercito no quiere decir en donde los enterraron, y en el lugar en donde ella sabe que lo mataron, en la comunidad de San Marcos la gente ha quemado muchas veces el suelo para sembrar y su cuerpo aun no aparece.

Treinta cuatro años después ella y su familia, al igual que las demás personas de su comunidad siguen el derecho y la propiedad legal de la tierra. Doña Petrona terminó de contar su historia, su testimonio sirvió para condenar al coronel Esteelmer Reyes Girón y al comisionado militar Heriberto Valdes Asij.

La tierra sigue en disputa

Actualmente en menos de quince años la finca Tinajas ha cambiado de dueños constantemente, de la misma manera que otras fincas sobre el Valle del Polochic (Alta Verapaz y El Estor Izabal), en el año 2011 la familia Widmann vendió la finca Tinajas a la familia Pellas Chamorro de Nicaragua, nuevamente desalojaron por la fuerza a las comunidades Q’eqchi asentadas en el valle.

Los Pellas intentaron hacer funcionar un ingenio azucarero el Chabil Utzaj[5], en el intento fracasaron ahora en 2016 está quebrado, cientos de familias desalojadas siguen sin retornar a sus tierras, los terratenientes y empresarios tienen nuevamente puestos los ojos sobre la tierra, esta vez para la Palma Africana.

En los desalojos violentos del 2011, murió Antonio Beb Ac en la comunidad Miralvalle en el Valle del Polochic, en el desalojo participaron los terratenientes, cuadrilleros, paramilitares, policías y soldados.[6]

El asesinato del profesor Adofo Ich Chaman[7] en 2009 por el jefe de seguridad de la CGN Mynor Rolando Padilla, para el 2016 las empresas como la Compañía Guatemalteca de Níquel S.A. (CGN) explotan grandes cantidades de minerales de estas tierras, el monocultivo de la Palma Africana en grandes extensiones de tierra se impuso bajo el control de la empresa NATURACEITES, propiedad de las viejas familias terratenientes en esa región como los Maegli-Müeller.[8]

La historia del despojo se repite nuevamente.

[1] Entrevista realizada a Amandine Fulchiron en el marco de la investigación “Tejidos que lleva el alma. Memoria de las mujeres mayas sobrevivientes de violación sexual durante el conflicto armado”. Febrero 2016.
[2] Celso A. Lara Figueroa. Leyendas mágicas del corazón del cielo de Guatemala. Centro de Estudios Folklóricos, USAC, 2005.
[3]  Plaza Pública. Sepur Zarco: La violencia sexual será juzgada. Oswaldo Hernández. 15 de octubre de 2015. https://www.plazapublica.com.gt/content/sepur-zarco-la-violencia-sexual-sera-juzgada
[4] Periodismo Humano. Masacre de Panzós Cobán, Guatemala: Nos enseñaron el silencio, pero es hora de gritar. Juan Calles. http://guatemalacomunitaria.periodismohumano.com/2014/06/01/nos-ensenaron-el-silencio-pero-es-hora-de-gritar/
[5] Nelton Rivera. Valle del Polochic: Despojo con sabor a Flor de Caña. Albedrio. 27 de junio 2011. http://www.albedrio.org/htm/articulos/n/neltonr-019.htm
[6] Indymedia Guatemala. Resumen desalojos Comunidad Miralvalle. Desalojos de cerca de 800 familias en el Valle del Polochic. 16 de marzo 201. http://radiopozol.blogspot.com/p/internacional.html http://www.chiapas.indymedia.org/index.php?category=4
[7] Nelton Rivera. Profesor Adolfo Ich Chamán, estás en la memoria del pueblo. Prensa Comunitaria. Septiembre 2014. https://comunitariapress.wordpress.com/2014/09/27/profesor-adolfo-ich-chaman-estas-en-la-memoria-del-pueblo/
[8] Luis Solano. Palma Africana y empresas se expanden aceleradamente a lo largo de la FTN. Revista Enfoque, 15 de julio 2015.

No iban solas

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Ilustración: Sara Fratini

Por: Quimy De León

Sigue siendo necesario rechazar el uso que hacen los medios de comunicación sobre los crímenes y delitos cometidos contra mujeres. Es indignante que sigan dándole justificaciones a los criminales mientras que a las mujeres que son víctimas se les hecha simple e impunemente la culpa. En toda nuestra América se ha condenado el asesinato de Marina Menegazzo y María José Coni ambas de Argentina y que viajaban de vacaciones en las costas de Ecuador y yo me sumo a esa indignación.

Sus cuerpos fueron encontrados el  28 de febrero en el pueblo Montañita, en la costa de Ecuador. Hasta ahora se sabe muy poco sobre el esclarecimiento del crimen, lo que si ha trascendido es la indignación de miles de mujeres por el tratamiento que hacen los medios sobre esto, ninguno habla de feminicidio. Más bien se ha hecho énfasis en que ellas viajaban «solas».

No ir acompañada de un hombre no es ir sola, ellas no iban solas, ellas iban juntas.  Tal parece que defender el derecho de todas las mujeres a viajar sin hombres, con libertad y sin miedo es todavía una tarea enorme si además tenemos que enfrentarnos a que tras los crímenes los medios de comunicación todavía nos violentan con estos discursos ofensivos. El discurso dominante en los medios corporativos sigue haciendo énfasis en que el lugar de las mujeres es solamente al lado de un hombre y estar guardadas en la casa, todavía tenemos una larga tarea.

 

 

Intercambio con periodistas comunitarios

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Por David  Diego Marcos

Liliana León Zúñiga, periodista internacional, directora y fundadora de la Asociación Voces Nuestras de San José  Costa Rica,  tuvo un intercambio de experiencias  con periodistas comunitarios el  4 y 5 de  marzo, con el objetivo de hacer un cambio en la forma tradicional de la comunicación e informar de los acontecimientos que surgen en diferentes lugares del país.

Estas nuevas experiencias ayudarán  a fortalecer el conocimiento en el tema de la comunicación desde la realidad de los pueblos.

La actividad se llevó a cabo en el Parque Ecológico, Corazón del Bosque en el municipio de Santa Lucía Utatlán, departamento de Sololá.

Las q’eqchi’s de Sepur Zarco: voces que nos hace justicia a las mujeres

Gladys Tzul Tzul*

Tomado de la página de la Comunidad de Estudios Mayas

En honor a Bertha Cáceres, compañera lenca que fue vilmente asesinada  en Honduras.

 

I.

De nuevo las voces q’eqchie’s de las 15 mujeres de Sepur Zarco nos interpelan y emocionan a las comunidades indígenas y a la sociedad guatemalteca en general. Ellas, con sus testimonios narraron con gestos indignados los mecanismos de como funcionó la guerra en Guatemala, de ahí que nos queda claro que la esclavitud sexual y doméstica de las mujeres es piedra angular para querer someter a las comunidades y despojarles de su territorio.

Las palabras que salen desde Sepur Zarco nos alcanzan y nos hacen justicia a las mujeres indígenas y las del mundo en los siguientes términos: primero porque su presencia en el Tribunal de Mayor Riesgo A, nos muestran que después de 30 años ellas tienen la fuerza y el coraje para denunciar y exigir que nunca más se repitan la esclavitud sexual y doméstica; segundo porque a pesar del dolor han generado estrategias comunales para hacer posible la vida de ellas y de sus comunidades; si lo que la guerra buscaba era exterminar a las tramas comunales que luchaban por la tierra, no lo logró completamente, pues las mujeres son la muestra viviente de que la lucha comunal por la tierra y por la vida es actual. Y finalmente porque sus cuerpos y sus voces que día a día estaban en el tribunal resquebrajaron los imaginarios acerca del supuesto “sometimiento en un mundo casi oscuro sin amor, sin afecto y sin placer en el que vivimos las mujeres indígenas”, tácito consenso que comparten los sectores conservadores con los progresistas,  contrario a ello, nostrxs con mucha emoción casi tanta como la indignación nos encontramos varias generaciones de indígenas en los pasillos de las torres de tribunales, y en la Sala de Vistas de la Corte Suprema de Justicia para escucharles a ellas y para llorar de rabia cuando ellas lloraban debajo de sus rebozos al recordar la muerte de sus esposo y de sus hijos a quienes seguramente amaron intensamente. –Éste es un punto de polémica con varios articulistas en Guatemala, me referiré más adelante a ello-.

Pensemos simbólicamente: así como ocurrió cuando las comunidades ixiles sentaron en el banco de los acusados a Ríos Montt y a Rodríguez Sánchez, se puso al revés la estructura jurídica, porque llegamos las comunidades en calidad de acusadores de los militares y no a defendernos de ellos; vale la pena decir que justo por esos días en la misma torre de tribunales, estaban frente a una juez los presos políticos Rigoberto Juárez y Domingo Balatzar[1] acompañados de sus esposas. Entonces, Sepur Zarco fracturó efímeramente ese orden simbólico del estado colonial que criminaliza a los indígenas. Fracturarlo con más perdurabilidad es una tarea pendiente, es posible, así los muestra la herencia que nos dejan las mujeres de Sepur, de las ixiles y de las miles y miles de mujeres que lucharon contra el reclutamiento forzoso de sus hijos y buscaban a sus esposos, como doña Rosalina Tuyuc de CONAVIGUA –Comisión Nacional de Viudas de Guatemala-o a las que organizaron el refugio en México como doña María Guadalupe Domingo de Mamá Maquín -organización de mujeres que luchan por la tierra en la región de Huehetenango-.

II.

Después de celebrado el juicio se exhibió con mayor claridad la triada: despojo territorial-esclavitud sexual y doméstica-formas de resistir y de gestionar la vida. Ésta triada puede dar luces para comprender desde otro lugar la lógica que operó en el periodo de la guerra guatemalteca; y son justamente las mujeres de Sepur Zarco quienes nos dotan de luz para ello.

Quiero proponer otra voz para comprender el esquema de la guerra desde el punto de vista de las mujeres, y es el que nos presenta Silvia Federici, cuando analiza que para establecer el sistema capitalista, fue preciso jerarquizar, someter y matar a miles y miles de mujeres; dice Federici que en la edad media se lanzaron una serie de ofensivas contra las mujeres para debilitar el conjunto general y con ellos lograron despojar de las tierras a las comunidades campesinas de la Europa medieval. La violencia de la matanza de estas mujeres y de esas comunidades en la edad media, es comparable a las masivas campañas de tierra arrasada que ocurrieron en las comunidades indígenas en Guatemala, y como ya evidencian los testimonios, los huesos y las osamentas de Sepur Zarco.

“Un ejército no funciona si no hay quien hace de comer y quien le hace sexo” me dijo Silvia en una conversación que sostuvimos en noviembre de 2015 en Puebla, México cuando se refería la violencia ejercida hacia las mujeres en Kenia por el ejército de Boko Haram. Con más claridad y cargadas por más de 30 años de luchas las mujeres q’eqchi’s confirman este argumento cuando dijeron: “Cuando nos violaban, nos ponían una arma en el pecho y nos decían: en vez de patrullar tenés que hacer esto”;  “Nos obligaban a cocinar y a lavar la ropa”, y “Mis hijos no tienen  tierra para vivir y sembrar”.Hay una concatenación entre la tortura sexual y el despojo  de las tierras de las familias y las comunidades, porque ahí estaban los cuarteles ocupando territorios[2]. Pero no perdamos de vista ni por un segundo que ante estas embestidas de violencia, las mujeres entre ellas misma desarrollaron maneras de vivir y de seguir la vida; seguramente que entre ellas mismas y en alianza con algunos hombres de su familia lograron gestionar la vida después de la muerte de sus esposos. De lo contrario no se explicarían su vida actual. ¿Cómo analizan ellas las actuales luchas por la tierra en el Valle del Polochic? ¿Cómo han participado en las  marchas que reclaman la restitución de tierras?, seguramente varias de ellas también participan activamente en esas luchas. Sin duda la fuerza de las luchas en Las Verapaces y del Polochic contra la devastación de los bosques, las que piden la expulsión de las empresas que contaminan el Lago de Izabal, o quienes quieren expulsar a la compañía petrolera, son alentadas por ellas. Las luchas de las comunidades en esos sectores siguen siendo potentes, porque lo que buscan es conservar y controlar los medios de vida.

III.

Imagina que nunca conociste el amor. Imagina que los noviazgos no existen. Que nadie jamás te explique qué es la menstruación, o cómo se produce un embarazo. Imagina que alguien extraño llega a “pedirte”, que da dinero a tus padres a cambio de “poseerte”. Imagina que para lo único que te han educado —sin saber leer ni escribir— en toda tu vida es para ser “esposa” pero no hay quién te indique lo que eso implica. Nadie tampoco te explicó cómo tener sexo —lo básico de un coito— y entonces, desde el matrimonio, te violan, te duele. Tu rol social, el único posible es ser la “esposa de alguien” que te mantiene, que te da ropa, comida. Imagina que ese es el status social, la mayor aspiración de toda tu vida. Imagina entonces que llegan los soldados, te esclavizan y te violan, y de tajo desaparecen todo aquello en lo que has creído”. Así dice un extracto del polémico reportaje escrito por Oswaldo Hernández, titulado “La Justicia de los Perrajes” publicado en Plaza Pública un día después de que se leyó la sentencia; si bien el periodista comienza de manera enfática diciendo que no son mujeres débiles porque sólo mujeres fuertes pueden llevar a juicio a los militares; sin embargo cuando llega al punto denominado “Ser mujer en el Valle del Polochic”, Hernández queda inscrito en el imaginario que varios sectores, incluyendo los progresistas tienen sobre la vida de las mujeres y los hombres indígenas en las comunidades. El extracto que coloque al inicio de éste acápite inocente e ignorantemente clausura toda posibilidad de amor, sensualidad, erotismo y cálculo político de las mujeres indígenas. Dicho fragmento del reportaje fue de los más compartidos en las redes sociales, y no desde una posición crítica. Me pregunto acerca del objetivo del reportaje ¿Ese fragmento fue pensado cómo crítica, cómo apoyo a las luchas de las mujeres? ¿Qué  respondemos ante tal agresión? Hago uso de las ideas de Kati Bethancourth Machoa, dirigente kichwa de la amazonia ecuatoriana, cuando en una entrevista que sostuvimos en Quito, en donde ella analizó la situación de los presos políticos en pleno levantamiento indígena del 2015 “Nosotras estamos movilizadas por la indignación, por el dolor y por el amor, pues como madres, esposas, o hijas hemos realizado acciones puntuales para sacar a nuestros hermanos presos”. Las palabras de Machoa nos presentan un universo de lucha que también es movilizado por el amor, que también es posible porque hay sentimientos de amor en juego.

Otro punto para contradecir al reportaje son las experiencias de muchas mujeres indígenas que  conversan entre ellas mismas acerca de sexualidad y erotismo, esas conversaciones  claro que no se desarrollan en talleres de sexualidad que llegan de la ciudad a querer interrogar a las mujeres; esas conversaciones suceden para animar el trabajo cuando las mujeres  -nuestras madres, tías- cocinan para las grandes fiestas, o en el día de lavado de ollas después de tres días de fiesta; por lo menos esa es mi experiencia y la de muchas que coincidimos que fue mediante ese lenguaje locuaz y juguetón que aprendimos sobre sexualidad, sobre el coito, sobre la seducción. Acotemos a las mujeres de Sepur Zarco, pues es claramente un acto de amor así mismas que sigan buscando justicia para que se resarza el daño  que sufrieron, es un acto de amor que después de 30 años sigan buscando justicia por la muerte y desaparición de sus esposos  y su hijos ¿Acaso no es eso un acto de amor? El párrafo en cuestión que las mujeres no sienten nunca amor y que fueron vendidas por sus padres a desconocidos no logra sostenerse cuando con lágrimas en los ojos  reclaman que se haga justicia por sus esposos. Si estas mujeres no tienen amor, ni placer, ni deseo ¿De dónde sacarían la fuerza que tienen para seguir la vida tal fuerza como para interpelar a la historia de Guatemala?  ¿Por qué buscarían a un hombre al que ella fue vendida en contra de su voluntad?

No deja de sorprenderme que Hernández no tome posición crítica, pues dicho periodista se ha caracterizado por acompañar solidariamente las luchas de las comunidades con algunos de sus escritos. Lo que deja claro su reportaje es que hay que hacernos cargo de las representaciones que solo pueden mostrar la miseria de las mujeres, hay que poner especial cuidado sobre las tónica de cómo escribimos sobre las luchas de las mujeres. Que reproducen la estructura de privilegio racial  de que unos escriban sobre los otros.  En todo caso las mujeres de Sepur Zarco nos liberan de esas representaciones miserabilistas.  Su fuerza es innegable.

IV.

“Que no se repita nunca más” ése es el sentido común más o menos generalizado. Que no se repita nunca más la esclavitud sexual,  que no se ejerza violencia sobre el cuerpo de las mujeres; pero eso no está garantizado. ¿Por qué?  Porque política extractivista del Estado Guatemalteco sigue impulsando proyectos de minería a cielo abierto, de hidroeléctricas y de geotérmicas, esos proyectos ponen en un esquema de agresión  abierta contra las comunidades que defienden  su territorio comunal. Basta ver lo que está ocurriendo en San Mateo Ixtatán, donde se han instalado dos nuevos destacamentos militares ¿Para qué instalar dos cuarteles militares? Las comunidades saben que es para garantizar el establecimiento de la hidroeléctrica. Pensemos también en lo que sucedió en agosto de 2014 en la Comunidad de Monte Olivo, cuando  hubo ocupación militar y policial, que obligó a desplazar por la fuerza a las comunidades y la ejecución extrajudicial de tres comunitarios y meses antes ya había ocurrido el asesino de dos niños. Lo que está en juego es la disputa territorial entre comunidades y la instalación de una hidroeléctrica.  Pero en medio de esas luchas las mujeres indígenas no descuidan flancos, se hacen cargo de su cuerpo, así como de sus seres queridos. Lucha por el  territorio-cuerpo-tierra dicen las mujeres xincas para referirse a que se han defender el territorio junto con el cuerpo y que no hay  una posible disociación de ello.

Sirva este texto para agradecer la experiencia y la fuerza que nos dan y heredan las mujeres de Sepur Zarco que siguen luchando por producir memoria, porque ella nos alertan de que no tiene que volver a repetirse ni el despojo de tierras, ni la violencia en los cuerpos. A ellas, las que en las marchas del 8 de marzo no se pondrán prendas de color lila, porque lucirán sus elegantes y coloridos güipiles. Sirva también para mandarle fuerzas a la comanda Néstora Salgado y las demás presas políticas. Acabo este texto con el dolor de saber el asesinato de nuestra compañera Berta Cáceres. Ella vivirá en el corazón de las luchas.

 Chuimeq’ena’, Guatemala 3 de marzo de 2016.

*  Maya k’iche’de Chuimeq’ena’. Guatemala. Socióloga.

Una primera versión de este artículo fue publicado en la revista Desinformémonos, de México.

[1] Justo el día que dictaban la sentencia condenatoria de los militares por el caso Sepur Zarco,  en la misma torre de tribunales, estaban  frente a una juez las autoridades del gobierno plurinacional don Rigoberto  Juárez y don Domingo Baltazar, encarcelados desde marzo del 2015.

[2] Este sentido también queda recogido en el peritaje de la antropóloga Rita Segato, quien participo como perita experta durante el juicio.