Archivos diarios: 21 abril, 2015
El Patriarcado del Salario: “Lo que llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado”
Conversaciones con Silvia Federici (I/II)
Por Gladys Tzul Tzul[1]
Silvia Federici. Teórica y militante feminista italiana. Autora de Calibán y la Bruja (Pez en el Árbol, 2013); la Revolución Feminista Inacabada (Calpulli, 2013); la Revolución en Punto Cero (Traficantes de Sueños, 2013). Federici participó y acompañó luchas de las mujeres por la defensa de las tierras comunales en Nigeria; en los años setenta realizó una campaña por el salario al trabajo doméstico. Sus reflexiones abordan de manera histórica las luchas políticas de las mujeres por producir lo común, con una fértil mirada sobre la reproducción de la vida. En esta conversación que sostuvimos en Puebla, México, nos presenta elementos teóricos para interpretar de manera más amplia el funcionamiento de lo que ella llama el patriarcado del salario. La conversa nos dota de una serie de detalles de la historia del capitalismo que sirven para comprender nuestras luchas.
GTT. Tú has reflexionado sobre las distintas formas de explotación de las mujeres, por ejemplo nombras Patriarcado del salario como una forma específica de dominación, ¿puedes hablarnos sobre ello?
- El patriarcado es una institución muy larga y no ha sido universal. Debemos de rechazar esa afirmación que dice que las mujeres siempre han sido oprimidas, primero porque en muchas comunidades las mujeres tenían poder. 2 mil años atrás había formas de matriarcado, yo no puedo aclarar ampliamente como se establecía un matriarcado, pero es importante comprender que la historia ha sido destruida. La idea es entender que el patriarcado ha tenido formas diferentes, las relaciones no se estructuran de la misma manera en todos los sistemas sociales; también el patriarcado no se transmite automáticamente, no es un asunto que continua de forma natural y automática de un siglo a otro, de una sociedad a otra. Las investigaciones históricas han demostrado que con el desarrollo del capitalismo, es decir con el paso del feudalismo al capitalismo, hubo un pasaje violento, porque el desarrollo del capitalismo fue como la contrarrevolución en un momento de crisis del feudalismo. El capitalismo dio una nueva fundación a las relaciones patriarcales; el capitalismo se ha apropiado de los elementos de la relación patriarcal del feudalismo, pero lo ha transformado y ha dado nuevas funciones para sus fines sociales y económicas. Por ejemplo, una diferencia muy grande entre el patriarcado del feudalismo y el patriarcado del capitalismo, es que en el primero, para las mujeres prevalecía un sistema de uso comunitario de las tierras, es decir, las mujeres y los hombres usaban las tierras. En Europa por ejemplo, las mujeres no fueron dependientes económicamente de los hombres, su alimentación no dependía de los hombres. Tampoco en la sociedad feudal estaba la diferencia del tipo de poder entre hombres y mujeres, que en la sociedad capitalista se generó. La relación desigual de poder entre hombres y mujeres en el feudalismo no tenía raíces materiales. La diferenciación venía, por nombrar dos casos, de la formas del uso de la violencia, porque los hombres hacían parte de los ejércitos del poder feudal, los hombres componían los ejércitos y las mujeres no; otro caso es el de la diferencia de poder que estaba justificada en la religión, pues ésta tenía una función de diferenciación. Todos los sistemas sociales que han explotado el trabajo humano, han explotado a las mujeres en una medida particular, porque las mujeres son las que producen trabajadores, cuando hay un sistema social que explota el trabajo humano, éste cerca e intenta controlar el cuerpo de las mujeres, porque el cuerpo de las mujeres genera riqueza, mano de obra, cocinan. El capitalismo es una forma de explotación específico que tiene relaciones diferentes.
GTT. Podrías explicarnos más sobre las diferencias entre el sistema de explotación capitalista y el sistema de explotación feudal.
- Una primera diferencia es que el capitalismo es el primer sistema social que funda su riqueza y su acumulación sobre el trabajo humano. Todos los sistemas de explotación precedentes, siempre han visto la riqueza no como trabajo humano, sino como tierra, bosques. El trabajo humano era importante para construir, crear, cultivar. Pero la riqueza fue conceptualizada por la riqueza material. Con el capitalismo cambia.
GTT. ¿Cambia la noción de riqueza?
- Si, cambia la concepción de la riqueza social. Esto lo dicen los primeros economistas del capitalismo, dicen que la riqueza no es la tierra, la riqueza es el trabajo humano. Entonces comienza con el capitalismo una concepción del trabajo humano nueva, como algo que se puede intensificar, que se puede desarrollar, que puede tener nuevas formas de productividad, así como se cultivaba la tierra, así se cultiva el trabajo humano. El objetivo era medir cuanta fuerza de trabajo había. Es por esto, que en el desarrollo del capitalismo en su primera fase, lo que puede verse es una acumulación inmensa de trabajo humano, se ve esclavitud, millones y millones de personas traficadas para el trabajo esclavo. Segundo, la colonización es un evento que ha dado a los europeos el control de millones de personas, de trabajadores de las nuevas tierras que invade. Es en estas condiciones en que se comienza a usar la pena de muerte para prohibir a las mujeres que usen anticonceptivos o se persigue a las que abortan. Comienza una intervención directa para apropiarse del cuerpo de las mujeres. Por eso se habla de las mujeres como máquinas productoras de trabajadores. Eso yo lo pongo en contextos de esta hambre de trabajo que el capitalismo tiene. Esto promueve formas diferentes de patriarcado y por ello nuevas formas de relaciones sociales comienzan a conformarse, porque hay un control del Estado sobre el cuerpo de las mujeres; se inicia un control de la procreación y del trabajo de la reproducción. Las mujeres deben de procrear trabajadores y cuidarlos todos los días y deben hacerlo en condición invisible, en condiciones no pagadas, porque de ésta manera se reproducen de una forma muy barata. El capital puede tomar toda la riqueza que los trabajadores producen, pueden tomar toda la riqueza porque las mujeres producen trabajadores casi gratis.
GTT. ¿Y aquí es donde el salario produce una forma de patriarcado?
- En este sistema el Estado y el capital, controlan el cuerpo de las mujeres y se apropian de su trabajo a través del sistema del salario. El sistema del salario no solamente controla el trabajo de los asalariados, porque si lo pensamos como una relación, éste moviliza a dos trabajadores; con un salario se moviliza al hombre y la mujer que lo reproduce, le pagan a uno, pero trabajan dos. Entonces moviliza una gran cantidad de trabajo no pagado. El salario amplía la explotación, porque no solamente toma el trabajo del hombre que está en la fábrica o en la oficina, sino que también el trabajo de la mujer que lo reproduce diariamente, la que cocina, la que cría a los hijos. El capital acumula, porque hay mujeres que trabajan por casi nada, no completamente para nada, porque de la mujer comen, etc. Con el salario se puede controlar directamente el trabajo de las mujeres a través del sistema de la familia y el matrimonio. El matrimonio es un sistema fundamentalmente laboral, es el medio por el cual el capitalismo hace trabajar a las mujeres para que reproduzcan su fuerza de trabajo obrero. El salario es la medida para conformar la familia, porque es ahí donde se obliga a las mujeres a reproducir trabajadores. Yo creo que cuando se ve esto se comprende por qué se puede hablar de un patriarcado del salario, porque el salario toma el trabajo de la mujer y también la controla a ella. El hombre se convierte en el delegado, porque el capital y el Estado delegan en el trabajador el poder de controlar y golpear las mujeres si no cumplen con esa función. Así como los señores que dominaban las plantaciones tenían a los supervisores que controlaban el trabajo de los empleados, se puede decir que los hombres controlan a las mujeres.
GTT. ¿Qué formas cobra este tipo de control, además de los que ya nos has comentado?
- Todo esto se hace invisible por lo que se llama amor. El capitalismo también se ha apropiado y ha manipulado la búsqueda de amor, de afectividad y de solidaridad entre todos los seres humanos; lo han deformado, usándolo como una medida para extraer trabajo no pagado. Por eso yo escribí. “Eso que llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado”.
GTT. ¿Le dicen amor al trabajo no pagado?
- Si porque en la familia se dice amor, dicen que por amor se limpia y se cocina, que todo se hace por amor. Confunden amor con un servicio personal. El amor es un sistema que obligaba a muchas mujeres que no tenían posibilidades de sobrevivencia y el matrimonio era como tomar un empleo. Por mucho años, hasta la generación de mi madre, ocurría que si no te casabas ¿Qué harías? Pobrecilla, porque estás sola, muchas veces estabas en la casa de tu hermana que si estaba casada y ella ayudaba, porque es muy difícil tener un empleo y si se tenía un empleo no podías tener una vida social. Esas mujeres que no se casaban eran consideradas como desdichadas, por eso muchas mujeres compiten entre ellas por un hombre bello y con un buen salario. Por eso tu mamá te prepara, te orienta para arreglarte, que no salgas despeinada a la calle, que siempre estés de buen humor y que aprendas a hacer labores domésticas. Mi madre me amenazaba: “Si tu continuas así, ningún hombre se va a casar contigo” porque se sabe que casarse significa obedecer, hacer trabajo domésticos y si tú eres una buena mujer, él va a mantenerte, él te va a dar una posición social. Pero en el matrimonio un hombre te puede golpear y lo que van a decir, es que lo tienes merecido porque seguramente no lo obedeciste, porque no hiciste el amor cuando él lo quería. En el matrimonio se presume que él compra tu cuerpo y que siempre tienes que estar a su disposición. A todo esto muchas luchas feministas han dicho que ni el hombre, ni el matrimonio tienen derecho absoluto a tu cuerpo. Si tú dices que no, es no.
GTT. Es interesante hacer una revisión del amor romántico por este mundo de la reproducción.
- ¡Ah! el amor romántico donde las vidas se funden, pero se funden en la voluntad del hombre. Yo quiero escribir un libro sobre el amor y la sexualidad. La causa de tanta pena de las mujeres y su sentido de valor depende de si estas o no casada, si un hombre te quiere o no te quiere. Yo he visto muchas veces, que aunque a un hombre no lo aman tanto, cuando acaban las relaciones, las mujeres se sienten desvalorizadas y con penas. Por eso quiero escribir ese libro, no sé si con eso se puede hacer la revolución pero con eso se puede aliviar la pena. Un asunto que no quiero olvidar es que el sistema del salario crea la familia como una formación social jerárquica, donde el hombre es el patrón, el representante del Estado y la mujer debe ser sometida, puede ser obligada a hacer todo el trabajo de reproducción. Entonces el salario crea una división, porque con la creación de la división sexual del trabajo crea una división que rompe el frente unido de la lucha. Por eso yo digo que es importante que los hombres comprendan que esa relación de poder los destruye a ellos también. Si se comprende que un hombre colabora con el capital, cuando esté contento con ser el patrón de la familia, cuando se siente fuerte porque es superior a la mujer y puede golpearla o humillarla, él no sabe que refuerzan sus cadenas con respecto de la dominación, porque hace que no puedan luchar juntos hombres y mujeres. Es importante comprender que el conflicto que se produce en el trabajo asalariado y el trabajo no asalariado, crea una jerarquía laboral y se crea una naturalización de la explotación de la mujer. Por eso creen que el trabajo doméstico pertenece a la naturaleza de la mujer y contra eso es lo que hay que luchar. A veces se piensa que si se lucha contra el trabajo doméstico se es una mala mujer, que no ama a su marido, etcétera. Y no se trata de eso, el trabajo doméstico es un sistema de explotación que usa el amor, usa las relaciones entre hombres y mujeres.
[1] Comunidad de Estudios Mayas y doctoranda en Sociología en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades. Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.
¿Asistimos al ocaso de la academia occidental?
Por: Ollantay Itzamná
Occidente narra la historia de su pensamiento con una raigambre fuerte en la filosofía grecolatina, dividiéndola en antigua, medieval, moderna y posmoderna. A los insignes pensadores que emergieron intentando explicar y proyectar el mundo en cada una de estas etapas se los denominó y denomina intelectuales.
Los intelectuales de la antigüedad se esforzaron por construir los metarelatos que daban sentido a la existencia humana con una perspectiva holística. Los medievales sacrificaron la razón y enarbolaron la fe y la piedad como la única fuente y método para explicar y orientar a la humanidad. Los modernos, en su intento de liberar a la humanidad del dogmatismo de la fe, impusieron el dogmatismo gnoseológico y metodológico de la razón lineal rigurosa eurocéntrica, anulando cualquier otra forma diferente de construir conocimientos.
Los posmodernos mataron todos los metarelatos (universales) occidentales que intentaban dar sentido a la existencia. Así, el relativismo y el silencio estridente predominan en el pensamiento tecnocientífico occidental actual, ocasionando rupturas irreversibles en el tejido de la vida.
Pero, el ocaso intelectual occidental no sólo se manifiesta en el silencio o ausencia actual de sus intelectuales, sino en los límites reales de la razón lineal que configuró al sistema-mundo-occidental en crisis. La debacle ecosistémica planetaria, y las múltiples crisis generalizadas, no sólo son y fueron causadas por el contenido intelectual occidental, sino que además, el pensamiento de la razón lineal de la simplicidad occidental es incapaz de resolver estos y otros problemas complejos que ha ocasionado.
El individualismo consumopático y el antropocentrismo ecocida no se resuelven activando o formando ilusos agentes (profesionales) habitados por el deseo del lucro y la competencia, mercantilizando los “conocimientos técnicos” adquiridos en las universidades. Así como la crisis financiera internacional no se resuelve acelerando la explotación/destrucción del planeta, sin cuantificar (internalizar) los costos socioambientales que necesariamente la humanidad deberá asumir.
El pensamiento del sistema-mundo-occidental no sólo colisionó con los límites del sistema-Tierra (con su capacidad autoregulativa y autoregenerativa), sino, que en estos momentos de ausencia estridente de sentidos y de horizontes, la filosofía occidental sufre una suerte de esterilidad y entropía letal.
Se siente incapaz de acompañar procesos de transformaciones urgentes y emergentes porque su corpus teórico no corresponde a la realidad. El intelectual/académico, por lo regular, confunde su imagen sobre la realidad (mapa) con la realidad en sí. De allí proviene su esquizofrenia existencial: subsiste en nuestro planeta herido, pero refugiado en su mundo “académico” insensible y estéril, reproduciendo/difundiendo los mitos e ilusiones modernos que nos llevaron al borde del desastre.
Por si esto fuese poco, el sistema educativo hegemónico no sólo idealiza el espejismo de la profesionalización mercantil occidental como el único sendero existente, sino que reproduce e irradia conocimientos nada amigables con el sistema-Tierra. Idealiza a las universidades como los únicos templos del saber, cuando estos, en los hechos, se han convertido en mercados “libres” para la transacción de títulos académicos como mercancías para el mejor postor. Templos para el adiestramiento y la castración del pensamiento crítico. Porque el devastador-sistema-mundo-occidental, para esclavizar a la humanidad y a la Madre Tierra, necesita de operadores profesionales analfabetos (que ignoren la complejidad del mundo y los impactos negativos del sistema).
La humanidad nunca tuvo en su historia tantas universidades y centros de investigación como los existentes actualmente. Tantos profesionales, pre y posgraduados como los existentes, aunque muchos de ellos/as sin trabajo. Tantos libros e investigaciones publicadas y reproducidos, pero al analfabetismo tradicional se suma el neoliberal.
El mundo, como nunca antes, es gobernado (asesorado) por “brillantes” profesionales, pero como nunca antes está hundido en el vacío del sinsentido planetario, producto de los límites del pensamiento occidental que a costa de la Madre Tierra intentó universalizarse. Las finanzas, la industria, el comercio, etc. están dirigidos y operados por profesionales fordistas (híper especializados), pero como nunca antes, en el planeta, diariamente mueren más de 30 mil niños/as menores de 6 años de edad por inanición, mientras el 30% de la comida se tira a la basura.
En este contexto, las y los excluidos por el sistema escolar-académico-universitario hilvanan fuerzas sociales con pensamientos propios (en proceso de construcción) que dejan en la zaga a intelectuales y académicos preocupados en redactar sus papers (citándose entre ellos) para revistas especializadas o escribir sus tesis doctorales que ni ellos mismos los volverán a leer.
Quizás por ello el Presidente de Bolivia, Evo Morales, en una euforia de sinceridad confesó: “Me siento orgulloso de no haber ido nunca a la universidad”. Él, cómo muchos otros, sabe que para ser plenos y felices, no se requiere de títulos, ni del saco y corbata.
La incapacidad de la regeneración del pensamiento occidental, al servicio del sistema mercantil hegemónico, está obligando a algunos de sus “profesionales” a sospechar, ya no sólo de los límites teóricos de dicho pensamiento, sino de las mentiras “enseñadas” como verdades académicas.
Si estos/as “herejes” con títulos del pensamiento occidental hacen camino en complicidad con los nuevos actores sociopolíticos y culturales emergentes desde los movimientos sociales/indígenas, se dinamizarán aún más los caminos para la liberación del sistema-Tierra de la hegemonía del sistema-mundo-occidental. Y, entonces, vislumbrarán destellos de horizontes de felicidad que como humanos en alguna etapa de nuestra existencia evolutiva lo tuvimos.
De la Metonimia a la Emancipación.
Comentarios al libro Dinosaurio reloaded. Violencias actuales en Guatemala
Por Tania Palencia Prado
Éste es un libro prismático irregular compuesto de quince ensayos y veinte autores, todos analizando formas desbordas de violencias con enfoques relativamente diferenciados, de modo que comentarlo es particularmente complejo. Para respetar tal complejidad diré, antes de introducirme en sus profundidades, que los ensayos harán pensar a quien los lea acerca de los mecanismos comunes que destruyen nuestra convivencia, a pesar de las particularidades de los varios fenómenos estudiados.
¿Cuáles son esos mecanismos comunes? Observo que, entre otras, prevalecen dos perspectivas de abordaje de esos mecanismos. Dos perspectivas, la metonímica y la emancipatoria, una –la primera- es inquietante por difusa e intermitente en unos párrafos aquí y otros párrafos allá, y es sobre la cual quisiera referirme en primer lugar.
La perspectiva metonímica
Confundir la causa con el efecto, el efecto por la causa, el todo por la parte o a la inversa.
Pongo a consideración de ustedes que las exuberancias lacerantes y dramáticas de tantos excesos violentos no son propias de Guatemala. Debemos tener mucho cuidado de no caer en esa tendencia, influida por una academia que persiste en separar al Norte del Sur, que simplifica y totaliza los fenómenos violentos induciendo a ver a Guatemala como una nación infartada, siempre sin pies ni cabeza, siempre caótica, de absoluto sufrimiento, de plena desconfianza, y donde resultan confundidas las víctimas con los victimarios. Esa perspectiva concibe la violencia como el pilar de la vida cotidiana, o la interpreta como un mero resultado de heridas mal curadas, dándole tal vida propia que se corre el riesgo de llegarla a enmarañar con la misma resistencia social o a desvincularla del régimen de dominio.
Los excesos de violencia son un signo de nuestro tiempo aquí en Guatemala o en la divina Francia. Cualquier barrio marginal de Europa o de Estados Unidos está preñado de pequeñas guerras civiles. En el Norte los señores de la violencia global se reclaman víctimas de la invasión de inmigrantes. En todas partes la violencia social nos disocia. En Honduras también los presos jugaron fútbol con cabezas degolladas; de China tenemos las noticias de niños tirados en inodoros, Guantánamo con sus torturas legalizadas; en todas partes esta turbulencia de escalas está mostrando a niños con ametralladoras, a policías transando drogas, a funcionarios en trata de mujeres, a fundaciones de caridad en contrabando de órganos humanos o a soldados violando a mujeres. En México la prensa mediática precisamente calificó al PRI con el mismo nombre del título de este libro: Dinosaurio reloaded. La historia de la civilización que nos agrupa y domina es una historia de violencias. Las guerras han sido su columna vertebral. Casi todas las Constituciones del mundo se erigieron después de guerras atroces.
Coincidiendo con la introducción del libro cuando sugiere que existe entre los estudiosos sociales una sensación de quedarnos sin “teoría” para explicar estos fenómenos, es oportuno advertir que las ciencias sociales están en crisis porque ellas mismas nacieron y maduraron en sus categorías especialmente para explicar y validar el contrato social del Estado moderno. Pero hoy día ese mismo contrato que dio legitimidad a la regulación democrática de las sociedades se quiebra en añicos, incluso porque los Estados son parte activa en apadrinar en el mundo relaciones de poder infranqueablemente desiguales.
Llamo entonces la atención para no caer en semejante barbarie postmoderna. Debemos evitar ver las violencias guatemaltecas como si fuéramos un ombligo de tal vorágine. No debemos confundir la evolución de las violencias que impone la sobrevivencia con la evolución de las luchas sociales. Es necesario que nos descentremos y tratemos de explicarnos a esta Guatemala como parte de esa lógica hoy presente en el planeta que consiste en la franca exposición de una tecnología del poder civilizatoria que articula al Norte y al Sur y que ya no puede ocultar su otra cara, la cara del exterminio. Las violencias alrededor del narcotráfico son un claro mosaico de que el Norte, y digamos sin rodeos, de que los grandes poderes de Estados Unidos son directamente responsables de la descomposición social que viven países como el nuestro.
¿Cómo explican las viejas ciencias sociales que un fundamento legalizante del “pacto social” sea ahora la muerte? Hoy, esa tecnología de poder, la lógica de la civilidad legal (es decir, del gobierno de la ley, la democracia y los derechos humanos), abre paso a su gemelo oculto, lo que bien llama Boaventura de Sousa Santos la lógica de la apropiación y la exacerbación de los imperativos colonizadores. La razón de Estado se impuso en el mundo ocultando la racionalidad de la apropiación colonizante. Ahora esa dualidad se muestra desnuda. Pero la ciencia social positivista lo calló seducida por la idea de la perfectibilidad del Estado.
No se trata de que los poderes del Norte sean incapaces ante excesos de violencia, ni que hayan sido sobrepasados por la delincuencia. Menos se trata de enfocar un efecto como causa, como sería el afirmar que las patologías sociales deben ser atendidas sin arrancar de raíz los engranajes que las crean. Hoy la ciudadanía tradicional ya no es útil a los imperativos colonizadores porque esos operativos requieren de la delincuencia y de las patologías para continuar su dominio.
Es constitutivo a los actuales poderes hegemónicos el que la legalidad moderna esté contaminada por su propia pretensión de controlarlo todo. Y una forma mundial de tal control es la implantación de zonas geográficas para los bendecidos y zonas geográficas para los desechados. Guatemala está en una zona de desechados. Los desechados son su gente, pero no sus recursos naturales. Bien dicen los autores de la introducción que el Estado de Estados Unidos, así como muchos Estados de Europa, requieren de esa zona de desechos, requieren de gente en zozobra, pretenden gente que sólo vea su nariz. Mejor es para estos poderes si aquí en Guatemala, en lugar de ciudadanía, crecen los guetos que se matan entre sí o proliferan las personas que se olvidan de la proximidad de sus vecinos.
Ahora bien, sí es urgente que sin perder de vista las causas fundamentales de los excesos de violencia, reconozcamos mejor cómo éstas han permeado nuestra cultura política. Desde mi perspectiva el gran éxito colonizador en Guatemala es que nos han desenfocado, nos han puesto detrás de la línea legal, nos sitúan en la emergencia, nos han hecho lo que hicieron con el joven Alex en la Naranja Mecánica, odiamos la Novena Sinfonía de Beethoven: odiamos participar, odiamos al Estado, odiamos lo público, odiamos a los que odian. No nos creemos capaces de constituir nuestro propio derecho y, así las cosas, hacemos todo y nada afuera del rin mientras los abusos hacen crecer nuestros miedos encarcelándonos adentro del ring…
Dicho esto, paso a destacar esa otra perspectiva más fuerte que veo en la mayoría de las páginas de este libro.
La perspectiva de la resistencia epistemológica.
La búsqueda de las rebeldías al mismo tiempo que se reinventan los imaginarios de la emancipación.
La lectora o el lector encontrarán varios ensayos que debaten esta situación de vivir en escenarios fronterizos donde se tocan y trastocan el contrato social y el estado salvaje, pero ya no vistos como si fueran simples fenómenos de perturbación psicológica, perversidad o patología social como causa en sí misma.
La erosión de la conciencia social o la desocialización es un elemento constitutivo del régimen de dominio de Guatemala y, por tanto, del Estado de Guatemala. Parafraseando a Marta Elena Casaus, el problema en Guatemala no es un Estado incapaz de lidiar frente a la violencia, no es un Estado al que le fue usurpada la soberanía, no es que el Estado se haya subordinado a la oligarquía. Toda la tecnología del poder aquí existente, incluyendo al Estado, tal como dice Casaus, ha sido nacida, crecida y activada para la violencia, para alimentar al sistema finca/financiero, para dar única y exclusivamente soberanía a la oligarquía de este país.
El poder público de Guatemala no ha perdido su lógica de regulación social y ciudadana; esa lógica nunca se arraigó, nunca se pensó, jamás. Aquí la fragmentación, la desocialización, la negación de zonas geográficas extensas ha sido la norma o, mejor dicho, la ley ha sido no tener leyes de ciudadanía, sino leyes de control poblacional. José Luis Albizu lo describe muy bien con el sistema de salud. Por eso mismo hemos desarrollado patrones mentales e imaginarios tan insensibles frente a las poblaciones excluidas. La lógica de convivencia en este país estimula en todos el derecho a civilizar al otro, civilizar al marginado, civilizar al indio, como afirma Aura Cumes, creando una geografía histórica de la violencia donde lo urbano aplasta a lo rural, lo urbano consumista aplasta a los shumos e intrusas migrantes del interior.
Así, en Guatemala siempre han existido condiciones de porosidad propicias para la existencia de gobiernos territoriales indirectos facilitados y auspiciados por el mismo Estado nacional: cuántos latifundios han tenido sus propias cárceles, sus propias monedas, sus propios salarios; cuántos finqueros han hecho siempre de las municipalidades sus patios traseros; cuántas empresas han entrado a robar tierras y agua impunemente, cuántas corporaciones y grupos mafiosos crean su propio “orden” territorial hasta para imponer las semillas que hay que sembrar; cuántas cámaras empresariales están metidas para decretar leyes de salarios mínimos según su antojo o “zonas de desarrollo” para sus mercados libres. ¿Cuántos gobiernos han abonado a la existencia de zonas civilizadas y zonas rojas, cirqueando con festivales turísticos o culturales que jamás han sido populares? Esta tecnología de poder abusiva y racista, como señalan varios autoras y autores, es un motor generador de violencias desmedidas, violencias legalizadas, violencias negadas.
De tales extremos cómo no explicar tanto individualismo e indiferencia. Pero Rodrigo Rey Rosa muestra el punto más ciego de este dominio despreciable: la pretensión del control mediático sobre nuestras mentes. Guatemala es un ejemplo mundial de la violencia que ejercen los grandes negocios mediáticos con la desinformación, la censura, la negación de la realidad, la anulación de la vida rural, la promoción de opinión pública fascista y recalcitrante.
Esos análisis se encontrarán en el libro, con los cuales se ayuda a conocer dos de los peores engranajes que el Norte articula con el Sur y donde Guatemala es un modelo paradigmático:
- Que el régimen de relaciones de poder siempre extremadamente desiguales que aquí ha existido, hoy por hoy necesita de violencias extremas para promover obligaciones contractuales privatizadas y despolitizadas; y
- Que el régimen de relaciones de poder ha concedido extrema libertad corporativa para que exista poder de veto sobre la vida y el sustento de la población indígena y pobre de Guatemala. Casi todos los ensayos muestran con evidencias contundentes que este régimen no tolera a la población indígena y pobre como personas ni como sujeto políticos.
Al mostrar la balanza de las agresiones, las y los autores se detienen a su vez para advertir que en este país también hay quienes desafiamos las jerarquías, como escriben Glenda García, Manuela Camus y Rachel Sieder. Es decir, la mayoría de ensayos no confunden violencias con resistencias porque no es lo mismo. Y ese es el punto nodal en el que se sitúa la crisis de nuestra cultura política: el saber, el reconocer, el valorar que aquí la gente no es enferma, aguantadora o pendeja, aunque hayan miles de personas así. Varios ensayos ciertamente se detienen en dar cuenta de numerosos procesos políticos donde “eso” negado se está entrometiendo en el gran esquema de la regulación. Guatemala se está llenando de energía rebelde. Podremos leer páginas donde se reflexiona sobre la revitalización étnica, el derecho a confrontar los abusos; la recuperación del derecho y el gobierno propio, la energía para defender la autonomía de las comunidades, los desafíos personales para denunciar a los agresores y las agallas de mucha gente para defender no sólo sus vidas, sino la vida misma, todo lo cual desnuda lo que las opresiones ocultan: que Guatemala está luchando y rearticulando por la libertad y la dignidad.
Me atrevo, finalmente y por tanto, a insinuar que la gran pregunta frente a tan grotescos operativos de violencia no es la que se plantea en la introducción del Libro: esa de ¿cómo vivir con lo insoportable? Frente a la destrucción física, material, cultural y humana; frente a la cooptación, la asimilación, la segregación; frente al desprecio del trabajo; frente a la anulación de las juventudes… es indispensable que esa notoria revitalización de la resistencia social y política esté acompañada de la revitalización de la resistencia epistemológica, lo cual significa proponerse cambios de los estatutos constitutivos de esta nación. ¿Cómo damos vida a estos nuevos y crecientes ejercicios de soberanía?, es una buena pregunta que aparece de la lectura de Rachel Sieder. ¿Cómo convertimos la resistencia en actos constitutivos de nuevos pactos de lo público y de lo personal? No podemos dar la espalda, en nombre de ninguna libertad, a tales desafíos. Las mas de 60 consultas comunitarias y dos millones de comunitarios participantes, nos demandan pensar en cómo hacer que evolucione el derecho a la autodeterminación. Ya hay propuestas al respecto.
Un paso histórico, interpretando reflexiones de Rodrigo Rey Rosa, es que la generalizada clase media e intelectual y además lectora de libros como éste que hoy nos congrega, salga del relativismo y la pasividad que impone tanto mazazo y recobremos el espíritu histórico de dar voz a los que no tienen voz. Tenemos que recobrar la fuerza de los memoriales que más de una vez en Guatemala han convocado a la gran unidad cuando ya no es posible tolerar tanto abuso de poder. En todo caso, espero que este libro nos anime, especialmente a esta capital, a pensar cómo hacemos algo para constituir pactos que den relevancia a la vida.
Para desactivar al gran dinosaurio que nos arrasa con armas postmodernas, quizás necesitemos convertirnos en Anzu wyliei, otros dinosaurios pequeñitos de 66 millones de años, omnívoros y vivaces, también llamados Gallinas del Infierno, y así picotear por todos lados al gran monstruo… pero no… eso ya lo hicimos y poco éxito tuvimos…. es una broma… Necesitamos hacer en colectivo lo nuevo. Con comandancias el dinosaurio seguirá allí. Necesitamos mucha energía e indignación para gritar que no somos subhumanos… necesitamos potenciar la solidaridad no como un acto celebratorio, sino como un acto político capaz de dar vida y sostenibilidad a los nuevos gobiernos que demandan las comunidades.