Archivos diarios: 26 noviembre, 2013

La violencia más sutil, difusa y omnipresente no escandaliza

DSC_1013

Glenda García García*

La definición de violencia contra las mujeres contiene una base radicada históricamente en los estudios feministas y estudios de género que explican la violencia como consecuencia del poder y la dominación de un sexo sobre el otro. A partir de ésta concepción en cuanto a las relaciones jerarquizadas entre los géneros, la violencia contra las mujeres no sólo se practica sino también se valida y fortalece constantemente a través de creencias y prácticas socialmente aprendidas y reforzadas por  las diferentes instituciones sociales. En la actualidad, el concepto más utilizado es el derivado de  la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, conocida como Convención de Belem Do Pará, que en Guatemala fue ratificada en el año de 1995. La Convención es muy importante como instrumento jurídico mundial pues promueve la denuncia y eliminación de la violencia contra las mujeres, comprendiéndola como:

“… cualquier acción o conducta, basada en su género, que cause muerte, daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico a la mujer, tanto en el ámbito público como en el privado” (Artículo 1, Belem Do Pará; 1994)

Esta definición describe la violencia tanto desde los espacios donde puede ocurrir (público/privado), como en relación a múltiples y heterogéneas problemáticas de violencia que por la jerarquía entre los géneros pueden sufrir las mujeres, de las cuales generalmente se resalta la violencia física o evidente como los golpes y los gritos.  Poco se habla de otras formas de violencia que mantienen a las mujeres en condiciones de vulnerabilidad y fuertes estados de subordinación que no son analizados y vividos como tal. Me refiero a la violencia  moral y simbólica.

Una primera reflexión que expresa Rita Segato (2003) es que si la violencia moral se pudiera medir estadísticamente, muy probablemente alcanzaría un porcentaje mayor que el denunciado por violencia física y asesinatos. Es por ello que esta autora,  reconociendo el problema de la invisibilización de la violencia contra las mujeres, aporta el concepto violencia moral para señalar las formas de violencia contra las mujeres que generalmente no son visualizadas o denunciadas y que constituye la base estructural de la violencia masculina, que llega mucho antes que la violencia física y contribuye a la reproducción de las desigualdades y la opresión; es ahí donde radica su fuerte nivel de eficiencia:

“La violencia moral es el más eficiente de los mecanismos de control social y de reproducción de las desigualdades. La coacción de orden psicológico se constituye en el horizonte constante de las escenas cotidianas de sociabilidad y es la principal forma de control y de opresión social en todos los casos de dominación. Por su sutileza, su carácter difuso y su omnipresencia, su eficacia es máxima en el control de las categorías sociales subordinadas… La eficiencia… resulta de tres aspectos que la caracterizan: 1) su diseminación masiva en la sociedad, que garantiza su ‘naturalización’ como parte de comportamientos considerados ‘normales’ y banales; 2) su arraigo en valores morales religiosos y familiares, lo que permite su justificación y 3) la falta de nombres u otras formas de designación e identificación de la conducta, que resulta en la casi imposibilidad de señalarla y denunciarla e impide así a sus víctimas defenderse y buscar ayuda” (Segato; 2003)

La violencia moral es entonces el mecanismo sutil y –aparentemente pacífico- que mantiene la subordinación y opresión de las mujeres para lo que no  necesita del “escándalo” que produce la violencia física y así logra con éxito la dominación de un sexo sobre el otro. Para reflejar las formas de violencia moral que sufren las mujeres en América Latina, con base en ejemplos concretos, Segato elabora una síntesis sobre las diferentes expresiones de violencia moral a través de las cuales da cuenta del éxito de la subordinación y opresión de las mujeres, con diferentes niveles de gravedad:

  • Control económico: expresado en coacción y cercenamiento de la libertad a causa de la dependencia económica de las mujeres.
  • Control de la sociabilidad y de la movilidad: restricción de las relaciones personales por medio de  chantaje afectivo como, por ejemplo, obstaculizar relaciones con amigos y familiares. El control de la movilidad limita la libertad de circular, salir de casa o frecuentar determinados espacios.
  • Menosprecio moral, estético y sexual: utilización de términos de acusación o sospecha, velados o explícitos, que implican la atribución de intención inmoral por medio de insultos o de bromas, así como exigencias que inhiben la libertad de elegir vestuario o maquillaje. El menosprecio estético incluye la humillación por la apariencia física y el menosprecio sexual, el rechazo o actitud irrespetuosa hacia el deseo femenino o, alternativamente, acusación de frigidez o ineptitud sexual.
  • Descalificación intelectual y profesional: desvalorización verbal (simbólica)  de la capacidad intelectual de la mujer y descalificación sobre las capacidades profesionales.

En esta misma dirección, Héritier (2007) enlista otras violencias que vienen a ser consecuencia de la violencia moral que refiere Segato, entre ellas: discriminación política, discriminación profesional, discriminación educativo/científica y discriminación doméstica. Esta última refiere la injusta distribución de las tareas domésticas entre los sexos, que hace que las mujeres carguen con la mayor parte de trabajo y con las consecuencias físicas-emocionales derivadas de las dobles y triples jornadas de trabajo.

En el Día Internacional de la No Violencia Contra las Mujeres los mensajes hablan de la violencia física, de los asesinatos de mujeres, de la violencia sexual, de los gritos, etcétera,  mucho de ello podremos evitar si empezamos por hablar y denunciar las diferentes formas de violencia moral y simbólica que son base de la dominación masculina y dejan un atroz impacto en la vida de las mujeres.

Fuentes bibliográficas:

Bourdieu, Pierre.  La dominación masculina.  Editorial Anagrama.  España.  2003.

Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la Mujer, “Convención de Belem do Para”. Ratificada por OEA 1994, Guatemala 1995.

Héritier, Francoise.  Masculino/Femenino II. Disolver la Jerarquía. Fondo de Cultura Económica. Argentina 2007.

Segato, Rita. Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos. Universidad Nacional de Quilmes. Argentina 2003.

* Antropóloga y Psicóloga Social