Archivos diarios: 28 octubre, 2013

Doce Comunidades de San Juan Sacatepéquez forma parte de los peticionarios que denunciaron al Estado de Guatemala ante la CIDH

Por Nelton Rivera -Prensa Comunitaria.

Ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en la Organización de los Estados Americanos OEA, se presentaron dos casos importantes de violaciones de derechos humanos contra el Estado de Guatemala: el primero es la denuncia presentada sobre Derechos Humanos y protestas social en Guatemala y el segundo la citación  de defensores y defensoras de derechos humanos en el país.

Entre los peticionarios están organizaciones campesinas e indígenas, pueblos Maya Kaqchikel de San Juan Sacatepéquez, Q’eqchí del Valle del Polochic, Q’anjob’al del territorio norte de Huehuetenango, especialmente Santa Cruz Barillas, pueblo Xinca de Santa Maria Xalapan, Jalapa, entre otros.

Marlen Car

Foto: CIDH.

Marlen Car representante del pueblo Maya Kaqchikel de las Doce Comunidades de San Juan Sacatépequez participó en la comisión de las organizaciones y pueblos peticionarios ante la CIDH.

Se presento un informe de las agresiones y violaciones de los derechos que están enfrentando, especialmente ante la criminalización y judicialización de sus luchas por la defensa del territorio, frente al modelo de extracción y explotación de los bienes naturales en Guatemala, modelo impulsado por gobierno neoliberales, empresas nacionales y transnacionales.

La representante Kaqchikel exigió el respeto de las Consultas Comunitarias de Buena Fé, denuncio las agresiones que sufren las mujeres comunitarias como resultado de su lucha frente a las empresas. Denunció el caso de la señora Reginalda Patzan Tubac quien estuvo en prisión durante 43 días ocurrido durante la imposición del estado de prevención, la detención ilegal de varios compañeros, las agresiones que  muchas mujeres mayas sufrieron cuando se les obligo a levantarse su guipil y sus cortes para ser revisadas por elementos de la fuerza publica del Estado, hechos que quedaron en la impunidad.

Marlen Car recordó otras agresiones en contra de los pueblos de Santa María Xalapan, las comunidades del Valle del Polochic,  Santa Cruz Barillas, San Rafael Las Flores Santa Rosa, San José del Golfo y San Pedro Ayampuc. Hizo mención de los presos políticos  y de las personas perseguidas políticas debido a las ordenes de captura que los tribunales emiten constantemente.

“Intimidar, encarcelar y violar a las mujeres, muestra la condición de guerra como lo demuestra la historia reciente de nuestro país, asegura  impunidad de los hechores materiales e intelectuales.  El mensaje a los empresarios  en San Juan Sacatépequez y otras comunidades, es que nuestros territorios son nuestros, nadie nos los van a quitar porque nuestros ancestros nos los dejaron.”[1]

Mauro Cosajay representante de las Doce Comunidades de San Juan Sacatepéquez manifestó que se espera que las agresiones y violaciones de los derechos humanos que ha realizado la empresa Cementos Progreso no queden en la impunidad. La empresa es responsable de muchas cosas que han sucedido en San Juan Sacatepéquez porque fueron ellos los que entraron a la fuerza.  También hacen un enérgico llamado al gobierno a darle cumplimiento a las demandas presentadas por comunidades, pueblos y organizaciones.

El representantes de las Doce Comunidades hizo ver que es evidente que el Estado, los gobiernos y la justicia en este país no son para los pueblos, por esa razón llevaron una nueva demanda ante CIDH como organismo internacional para que sea condenado el Estado de Guatemala por los delitos cometidos en contra de los pueblos.

Recordó que este pueblo ha sufrido constantemente la criminalización y represión por oponerse a la empresa Cementos Progreso, el irrespeto a su Consulta Comunitaria realizada en el año 2006, más de 86 comunitarios y comunitarias en siete años de lucha han sido injustamente encarcelados, las comunidades han gastado más de 400 mil quetzales en pago de fianzas. También recordó que 6 lideres comunitarios están injustamente detenidos en prisión y que uno de ellos tiene una sentencia de 150 años como resultado de la criminalización y judicialización de su lucha.

Paralelamente a la denuncia presentada ante la CIDH, el pueblo en San Juan Sacatepéquez fue objeto de una nueva agresión de la empresa Cementos Progreso.

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Fotos: CIDH.

Nuevas agresiones genera empresa cementera en comunidad Chivoc en San Juan Sacatepéquez

La empresa Cementos Progreso nuevamente genera un conflicto en San Juan Sacatépequez, tres comunitarios Maya Kaqchikel del caserío Asunción Chivoc resultaron heridos. Esto como resultado de ser agredidos violentamente por trabajadores de la empresa Cementera, comunitarios y comunitarias protestaban pacíficamente contra la empresa este día lunes 28 de octubre 2013, la población exige a la empresa que  pavimente la carretera comunitaria luego de varios años de ofrecimiento e incumplimiento de esta obra.

El hecho ocurrió cuando al llegar a las instalaciones de Cementos Progreso los comunitarios fueron recibidos por un grupo mayoritario de trabajadores de la empresa armados con machetes, palos, además que varios trabajadores portaban armas de fuego. Ante el Ministerio Publico y la Policia Nacional Civil fueron puestas varias denuncias en contra de los trabajadores de la empresa responsables de este ataque.

Comunitarios denunciaron que nunca se pavimento cierto tramo carretero, planificado inicialmente como parte de los accesos para la nueva planta cementera “San Gabriel” que sigue sin funcionar. Ahora con la planificación de la construcción de una carretera llamada “Anillo Regional”, Cementos Progreso pretende tener una vía exclusiva para el transporte de maquinaria y movilización de la producción de la Planta “San Gabriel”, desestimando las obras que desde el inició habría ofrecido, lo que genero malestar entre los pobladores de Chivoc.

Uno de los representantes de Doce Comunidades denuncio que la agresión se debe a que la empresa ha generado división en las comunidades, especialmente en el caserío Asunción Chivoc, en donde la empresa había logrado afinidad de la población,  “a esta comunidad llego ofreciendo varios proyectos, entre los cuales se encontraba la pavimentación del tramo carretero en esa parte del municipio de San Juan Sacatepéquez”.[2]  Ahora la empresa incumple con este proyecto lo que provocó este incidente.

Las personas agredidas colocaron las denuncias en la Policía Nacional Civil y en el Ministerio Publico, las Doce Comunidades denunciaron que a pesar que hay gente que apoya a la empresa en el Caserio Chivoc, quienes no están de acuerdo en Chivoc con Cementos Progreso constantemente reciben amenazas, son perseguidos o agredidos, pero que la población ya esta tomando conciencia.

Empresa exíge exclusividad de carreteras

Los comunitarios denunciaron que en los últimos meses la empresa Cementos Progreso ingresa diariamente más de 22 caminones, esto genera la preocupación y tensión de las comunidades, por la continuidad de los trabajos en la Planta «San Gabriel» a pesar del rechazo de la mayoría de las comunidades. Especialmente en el Caserío Asunción Chivoc hay tensión porque les estan exigiendo horarios exclusivos para que los carros o pick ups de la comunidad no circulen durante el día y que la carretera pueda servir a la empresa exclusivamente.

     

[1] Marlen Car, representante de las Doce Comunidades Maya Kaqchikel de San Juan Sacatepequez.

[2] Entrevista realizada a representante comunitario de San Juan Sacatepéquez. Prensa Comunitaria. Guatemala 28 de octubre 2013.

El constante hilado de la memoria

Por Jonatan Rodas*

“Bien.
Eso hacemos:

custodiamos para ellos el tiempo que nos toca”.

(Para que escribimos. Roque Dalton)

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La exposición Hilando la memoria tuvo sus primeros días en el pequeño estudio de Mauro. No recuerdo exactamente quién tuvo el primer impulso, la primera idea. Algunos nos fuimos sumando al paso y confluimos en su casa para revisar a su lado, el extenso archivo fotográfico de su autoría. Nos fueron planteadas algunas condiciones mínimas: nada de cervezas ni de desvelos forzados. La primera fue cumplida con riguroso celo; la segunda no pudo ser, dado el camino que nos esperaba por recorrer. Tampoco pudimos abstenernos de aprovechar momentos de distensión para sacar a colación alguna broma, un apodo, una anécdota que ponía en ridículo a alguno de nosotros mismos. A Mauro lo recuerdo todo el tiempo atento al monitor, como si al ver de nuevo sus propias fotografías reparara en detalles, presentes u omitidos. Nuestra participación en esos momentos se limitaba a indicar cuales de las imágenes que iba mostrando nos interesaban. ¿Interesarnos para qué? ¿Para la exposición?

Luego de que las imágenes comenzaron a desfilar frente a nuestros ojos (algunas ya conocidas, otras que nos cortaban el aliento a medida que se iban desplegando: mujeres indígenas caminando descalzas en una multitudinaria marcha, estudiantes encumbrando mantas en los edificios públicos, millares de personas acompañando sepelios, murales de la ciudad universitaria, sonrisa de gente, llanto de gente, personajes trasvestidos en época de huelga; los que fueron y serán para siempre: Oliverio, Colom Argueta, Aura Marina Vides, Ciani y muchos otros) podríamos decir que el interés inicial, o mejor dicho razonable, empezaba a desdibujarse. ¿Cómo poder elegir de aquella marejada de recuerdos apenas algunas fotos? Si a cada una de ellas que circulaba en el monitor decíamos sin pensarlo: “esa… y esa, y también esa”. Mauro no reparaba en incluirlas en la carpeta, salvo ciertos momentos en los que sugería desprendernos de alguna dada la duplicidad de escenas. Con el entusiasmo de estar frente a uno de los registros más minuciosos y abundantes de las luchas estudiantiles y sociales en más de tres décadas de historia, la  “pequeña selección” fue creciendo hasta alcanzar un poco más de doscientas imágenes (¡demasiado poco para lo mucho que quisiéramos mostrar!). Pero había que ser mesurado, había que contener el ansía y darle objetividad a la clasificación a fin de que, en términos de la ciencia positiva, mostrara aquello que se debe mostrar.

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Pero la fotografía, decía Roland Barthes, es inclasificable. Precisamente porque en su representación muestra algo que no podrá repetirse existencialmente. Pudimos haber recolectado mil fotos de Oliverio y aun así habríamos quedado con la sensación de que faltaba algo. Pero más que eso, que la ausencia; las fotografías de Mauro nos llenaban de presencia. Una presencia incontenible que exigía lugar en este tiempo presente. No podría ser para menos, si lo que estábamos viendo allí no era un catálogo de rostros y títulos, como la historia oficial suele representar a sus héroes. Estas imágenes venían cargadas de sensaciones, de recuerdos, de sentimientos. Algunos de ellos recreados en nuestras cabezas a través de la imaginación del cómo fueron vividos los acontecimientos que allí se retrataban (sonidos de bombas en medio de multitudes corriendo por la sexta avenida, voces encendidas pronunciando discursos a través del sonido chillante de los megáfonos, canciones, otra vez risas, llantos, consignas); otros sentimientos, los más vivos, los que más enchinaban la piel y atestiguaban que la aguja que conducía el hilo con que se tejía la memoria nos estaba atravesando, no fueron producto de nuestra imaginación utópica y soñadora. Llegaron de las anécdotas, de las inquietudes, del traslape de las narrativas “¿fue allí? ¿Estás seguro? ¿Y aquel? Si, ese que aparece al lado ¿Quién era?” y todo lo que pudimos hablar durante los varios encuentros en que muchos nos encontramos para hilar la memoria.

¡Ciertamente! Como íbamos a saber que hilar la memoria estaba siendo ya un hecho, cuando empezamos a enfrentarnos a aquel cúmulo de imágenes y, a partir de él, hablar y hablar repetidamente, sin cansancio, sin tregua, de lo que fue el movimiento estudiantil en aquellos años, de lo que fue para cada uno de nosotros en nuestra época (habíamos allí estudiantes de distintas generaciones y las más variadas trayectorias), de lo que era ahora y de lo que nos gustaría que fuera en un futuro. En el entusiasmo no nos dio tiempo de pensar que aquello era un acto de memoria, toda vez que al evocar, narrar y situarnos (de la manera que fuera) en aquella historia -la larga (existencialmente) historia del movimiento estudiantil universitario – nos hacíamos parte de una comunidad afectiva, como le llama Halbwachs a la memoria, que hace que la imagen de las y los estudiantes de otras épocas rompan la barrera del tiempo y, gracias a la admiración de quienes recordamos, vivan para siempre.

Todo fue gracias a Mauro Calanchina, sus fotografías, su ojo atento y comprometido que registró no solo momentos históricos nacionales sino la propia humanidad de aquellos estudiantes. Incluso muchas de las fotografías del acto en su honor, fueron gracias a él, puesto que al llegar no hizo otra cosa sino aquella que mejor sabía hacer: captar con su cámara la realidad.

Tiempo después de esto, por Ximena supimos que Mauro se había ido. Como un memorioso paquidermo regresó al lugar de donde alguna vez salió, está vez para cerrar el ciclo de la vida. A su legado fotográfico se sumó, su propia vida. Ambos motivo de inspiración para realizar uno de los actos más imperiosos de la memoria: custodiar el tiempo que nos toca, para los que no están y para los que están viniendo.

 Mauro caricaturaCaricatura de Mauro Calanchina. Imágen de Arnoldo Ramírez Amaya.

* Jonatan Rodas (Maestro en Antropología).